El poeta de los cisnes
El
poeta de los cisnes y las rizadas olas,
yace
en mí .
El
pezón de la tormenta
y los labios dormidos de las nubes.
Su
espíritu arranca de cuajo
las algas de las profundidades
y
alisa las barbas
de los hermosos rayos de las constelaciones,
atravesando
el fuego de mis ojos y
blanqueando
las tinieblas con su cal impoluta.
El
céfiro en su dorado juego
muerde
las cimas de los desnudos montes,
gloria
de nieve,
donde
no brota ni una gota de sangre verde.
El
recuerdo amamanta la desolada ciudad,
y
sus pétreas manos
emborracha
mis entrañas
sumergidas
en los arreboles del primer sueño.
El
viento anciano crucifica mi juventud azul
con
su labio indómito,
y
los profusos gorjeos de la conciencia
dan
color a mi isla con su túnica luminosa.
Desnudo
en la vida
saboreo
la fulgurante amapola de la muerte,
roja
rapaz de aguzadas garras,
mientras
se desgañitan los corderos
cubiertos
con manto de armiño,
dilatando
el rocío
con
sus ojos destilados de ansiedad.
El
futuro se yergue mundano,
como
el mastín traicionero
que
rotura el tiempo,
rabioso
de sangre.
Abro
el secreto de mis venas,
y la madreselva de oro
se
oxida como el hierro
zambullido
en un mar hirviente y sin fin.
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