viernes, 29 de marzo de 2019

Sueño inmortal






Sueño inmortal


¡Vaya nochecita he pasado nuevamente!-exclamó Abel- Llevo una semana infernal, cada noche he muerto. Bien sea atravesado  por la afilada daga,  la lanza,  la espada,  o por las veloces flechas. Sin embargo, esta noche última, ¡ha sido tela!  Por eso, quizá debido  a tales repeticiones mortales,  a esta clase de muertes ya no les tengo ningún miedo.  Pues a ellas ya estoy acostumbrado. Quería  morir y no podía, tal y como profetizó que pasaría algún día la Biblia.  “Y en aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la hallarán; y desearán morir y la muerte huirá de ellos” (Apocalipsis cap. IX, v.6.) Muerto, al menos descansas, y preparas tu alma para  el próximo combate. Pero está visto, que para los voluntarios de la muerte, esa fecha apocalíptica todavía no ha llegado, y tenemos que permanecer anclados al yugo ominoso de la vida; pues según dicen, mientras los poetas escriban y  canten, el morir voluntariamente es prueba de muy mal gusto. Mas es tal el desasosiego que en mi alma reina, que en realidad,  no sé si estoy muerto, o por el contrario, a base de encontrar la gloriosa muerte tantas veces en mis sueños, me he convertido ya en inmortal. De no ser así, no se entendería que  tras recibir esta noche tantos golpes sobre la espalda, ninguno de ellos me la ocasionara. Y ahora se me han  formado tales cayos y duricias, que pareciera como si en los costados me estuviesen naciendo alas.

Alguna vez he escapado de una muerte segura arrojándome al precipicio volando; pero mis alas eran tan livianas que apenas las sentía. Por el contrario, llevo tales muñones en los costados,  que por su peso, bien podría decirse que parece como si estuviera cargando de continuo  con un saco de cebollas, ¡no de las dulces! ¡No! Sino de las que pican tanto, que hasta te hacen llorar ¡En fin! ¡A ver la próxima noche qué pasa!

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