Sueño inmortal
¡Vaya nochecita he pasado nuevamente!-exclamó Abel- Llevo una semana
infernal, cada noche he muerto. Bien sea atravesado por la afilada daga, la lanza,
la espada, o por las veloces
flechas. Sin embargo, esta noche última, ¡ha sido tela! Por eso, quizá debido a tales repeticiones mortales, a esta clase de muertes ya no les tengo
ningún miedo. Pues a ellas ya estoy
acostumbrado. Quería morir y no podía,
tal y como profetizó que pasaría algún día la Biblia. “Y en aquellos días buscarán los hombres la
muerte y no la hallarán; y desearán morir y la muerte huirá de ellos”
(Apocalipsis cap. IX, v.6.) Muerto, al menos descansas, y preparas tu alma
para el próximo combate. Pero está visto,
que para los voluntarios de la muerte, esa fecha apocalíptica todavía no ha
llegado, y tenemos que permanecer anclados al yugo ominoso de la vida; pues
según dicen, mientras los poetas escriban y
canten, el morir voluntariamente es prueba de muy mal gusto. Mas es tal
el desasosiego que en mi alma reina, que en realidad, no sé si estoy muerto, o por el contrario, a
base de encontrar la gloriosa muerte tantas veces en mis sueños, me he
convertido ya en inmortal. De no ser así, no se entendería que tras recibir esta noche tantos golpes sobre la
espalda, ninguno de ellos me la ocasionara. Y ahora se me han formado tales cayos y duricias, que
pareciera como si en los costados me estuviesen naciendo alas.
Alguna vez he escapado de una muerte segura arrojándome al precipicio volando; pero mis alas eran tan livianas que apenas las sentía. Por el contrario, llevo tales muñones en los costados, que por su peso, bien podría decirse que parece como si estuviera cargando de continuo con un saco de cebollas, ¡no de las dulces! ¡No! Sino de las que pican tanto, que hasta te hacen llorar ¡En fin! ¡A ver la próxima noche qué pasa!
Alguna vez he escapado de una muerte segura arrojándome al precipicio volando; pero mis alas eran tan livianas que apenas las sentía. Por el contrario, llevo tales muñones en los costados, que por su peso, bien podría decirse que parece como si estuviera cargando de continuo con un saco de cebollas, ¡no de las dulces! ¡No! Sino de las que pican tanto, que hasta te hacen llorar ¡En fin! ¡A ver la próxima noche qué pasa!
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