viernes, 22 de marzo de 2019

El polvoriento jirel de la fama





 
 
El polvoriento  jirel de la fama

 
 
“La vida, saeta bárbara que descarna el pecho.


La vida, estrella fugaz que desvanece.

La vida, reloj de arena que se invierte.

La vida, computo de horas que amalgama un crepúsculo.”  

En su violácea aura nos posamos sin darnos cuenta de que la piel torna flácida, y que las arrugas de la frente junto con las níveas canas de las sienes, forman una flamígera corona de espinas que envuelve a la belleza falaz y pasajera. Más nos aferramos al recuerdo juvenil con su gasa sutil y endiosamos.
 
La vida es el espejo de una ilusión, de un ensueño a veces cruel, porque el amor en la vida es un puzzle inacabado al que parece faltarle piezas. Sólo a Dios le corresponde colocar el eslabón que unirá la cadena tras la muerte. Ese punto y seguido al que algunos piensan que no ha de llevarles a ninguna parte.

 
La vida es la canción tantas veces recitada; La crisálida que tornará en mariposa y que habrá de guiarla luego de flor en flor en la reverberante primavera. Pero las flores también se marchitan, aunque por fortuna, desprenderán sus inertes semillas, capaces estas de germinar en la primavera siguiente, dando a la vida un nuevo fulgor. Y cuando ya seamos espíritu, ese espíritu que silente vaga en la memoria de los seres queridos, es cuando se forma un halo cósmico que gravita en el éter del recuerdo. Sólo entonces eres merecedor de ese verso largo, de esa canción de amor que vaga de boca en boca y se tararea al ritmo de los latidos del corazón. Más cuando estás allí, subido en tu pedestal de bronce, cual torre de Babel, donde las lenguas bífidas se entremezclan y difunden, entonces te dan ganas de bajar para expresar lo que en esos momentos se siente.
 
Tal y como esa madera noble podría sentirse vejada, tras estar siendo roída por voraces termitas. Como un eclipse de sol proyectado en todo el esplendor de su majestuoso cenit. Como un ídolo de barro que se desmorona tras el ciclón terrible del tiempo. Una carátula pisoteada por un tropel de desbocados centauros arrogantes, salidos Del Polvoriento Jirel de la Fama. 

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