La fiebre del oro
La
región de Buenaventura es rica en yacimientos mineros, sobretodo de platino,
petróleo y oro, ello le llevó a hacer sus pinitos, pues estaba seguro que allá
a donde escarbara acabaría encontrándolo.
Además,
en el sitio conocido como Bendiciones, ampliando una carretera para convertirla
en doble calzada para mejorar la movilidad hacia el más importante puerto del
país, al remover la tierra la maquinaria pesada salió a flote gran cantidad de oro, lo que no
dejaba de ser curiosa aquella situación, pues las labores de hacer la carretera
no se podían paralizar, y miles de desempleados que pretendían ganarse la
comida acudieron en masa a aquel punto, y por supuesto Eduardo Y Peter también
lo hicieron. El sitio donde se encontró el aluvión de oro es el mismo donde
hace tres años un alud se llevó a numerosas viviendas y la vida de cuarenta y
una personas en las fechas señaladas de la Semana Santa.
Pero
aquella situación no pareció gustarle demasiado a Eduardo, ya que su espíritu
aventurero le decía que tenía que ir a otro lugar más lejano y pensó en ir
hasta Brasil, lo cual no le fue del todo fácil ya que cuando se adentro con su
amigo Peter en las selvas colombianas, tuvo que sortear otros peligros con los
que no contaba, pues se dio la situación que las guerrillas de las FARC, en
esos momentos estaban especialmente activas, con cerca de veinte mil
guerrilleros armados hasta los dientes, dándose el caso por un lado, de que
fueron confundidos por soldados del ejército de la guerrilla, creyendo que se
habían adentrado en aquellas selvas donde abundaban las plantaciones de coca a
modo de espías, y por otro lado el ejército, que seguramente veían fantasmas
por todas partes, también creían que eran guerrilleros, por lo que se vieron en
la necesidad de ir sorteando a unos y a otros e incluso se vieron obligados a
responder al fuego enemigo con los rifles que adquirieron en Dawson City, para
protegerse de los temidos gróenles (osos pardos)
Tras
atravesar las selvas de Colombia, no sin
pocos esfuerzos, llegaron a las casi inexpugnables selvas de la Amazonía Brasileña, para seguir con su
particular búsqueda de tan preciado metal. Siguiendo los pasos de la también
llamada fiebre del oro que se desató en Brasil en el
siglo XVIII como alternativa a las plantaciones de la caña de azúcar. Y estando bateando oro en la confluencia del
río Amumbay y el río Paraná en las recónditas selvas del Mato Grosso, que en
portugués viene a significar, “matorral grande” o “selva espesa” una tribu de
indígenas Cuiba lo elevaron al trono a los pocos días de verlo. Pues por su
trato amable y sus peculiaridades físicas: alto, pelirrojo y bien musculado,
consideraron que era el Dios hecho hombre que durante tanto tiempo estaban
esperando. Ya que al contrario de los primeros jesuitas que allí llegaron, a
los cuales no parecía repugnarles la idea de la esclavitud, ya que los jesuitas creían firmemente en la doctrina
aristotélica, de la servidumbre natural de los hombres “inferiores” y por tanto
favoreciendo la esclavitud africana, y tratar a los indígenas con
suprema indiferencia, cuando no de salvajes. Por tanto, al tener grabado los
nativos en sus memorias que, algunos grupos pertenecientes a su pueblo, fueron víctimas principales
desde la colonización de los portugueses, no sólo por la destrucción de sus
hábitats, sino porque los colonos los eliminaron físicamente. Trágicos
recuerdos que sin duda prevalecían de boca en boca, como el caso ocurrido en
1.870, cuando Pedro del Carmen Gutiérrez, invitó a 250 cuibas a cenar y los
mató a todos. Ya en fechas más recientes en 1.967 ocurrió algo similar con una
familia extensa en la Rubiera. Además de matanzas de cuibas por razones
políticas en Planas en 1.970. Pero Eduardo, al tratar a aquellos nativos como seres excepcionales, ya que hay que ser
muy “excepcional” para poder sobrevivir en aquellos ambientes donde el peligro
acecha constantemente al estar rodeados por una naturaleza primitiva por
cualquier parte que se mire, se ganó la confianza de aquellos indígenas, que
vivían de la caza, y la recolección y que se movilizaban estacionalmente de
acuerdo al régimen de lluvias. Los cuibas son cazadores muy expertos con arcos
y flechas, impregnando con “curare” la punta de sus flechas o las flechitas de sus cerbatanas con aquel
mortífero veneno. La caza en aquellas selvas se constituía fundamentalmente de
venados, soches, chigüiros, pecaris y lepias. Y también utilizaban el arco para pescar en los
ríos. El arco pues, era su único medio de defensa junto con las cerbatanas, por
lo que ambos utensilios lo llevan a
cuestas constantemente.
Tras
ganar la confianza de aquellos indígenas, Eduardo Y Peter entraron a formar
parte de ellos, y a considerarlos como parte de su familia. Pues Eduardo, recordando la frase que su amigo
Javier les dijera en el bar de la señora Prudencia el día que se conocieron, de
que “todos estamos llamados a ser caballeros no sólo para salvar a princesas bonitas encerradas en castillos, sino también para
salvar a aquellas personas que tanto sufren en nuestra sociedad” Consideró que
quizá la estrella de su destino le indicaba que su valle del amor se encontraba
en aquellas selvas, junto aquellos
indígenas históricamente tan mal tratados, y como también le dijera a Luz ,en el
ayuntamiento, él era capaz de morir por defender a un amigo, o por un acto de
injusticia.
Su
amigo Peter Welam, se mantuvo con él varios años, y al haberse ya restablecido
de sus intentos suicidas, decidió que marcharía nuevamente hasta San Francisco una
vez que llegara a lo que normalmente se denomina civilización, es decir a la
ciudad más grande del Mato Grosso, Campo Grande. Y desde allí, cogería un vuelo hasta San Paulo,
y otro que definitivamente lo llevaría hasta San Francisco, donde pensaba ponerse a escribir novelas, donde
quedaran reflejadas todas sus
aventuras vividas al lado de su ya
inolvidable amigo Edwards.
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