La fiebre del oro
"Segunda parte"
El
sueño californiano se difundió por el resto del país y formó parte integral del
Nuevo sueño americano.
La
alta concentración de oro en California, y para mayor exactitud decir que fue
por las inmediaciones de la Sierra Nevada, donde se llegaron a extraerse doce
millones de onzas, equivalentes a trescientas setenta toneladas, fue el
resultado de fuerzas que actuaron durante cientos de millones de años.
Pues hace aproximadamente cuatrocientos
millones de años, California yacía en el fondo del mar. Volcanes submarinos
depositarían lava y minerales, incluyendo oro en los fondos marinos. Hace
doscientos millones de años, las placas tectónicas empujaron el lecho marino
por debajo de la masa continental norteamericana, y conforme ascendía el lecho
marino se iba fundiendo, el magma
resultante subió hacia la superficie, enfriándose mientras iba subiendo. Cuando
el magma se solidificaba, se formaron algunas venas de oro rodeadas de cuarzo,
los minerales y rocas solidificadas resultantes emergieron en Sierra Nevada y
se erosionaron exponiendo parte del oro
en la superficie. Las corrientes de agua se encargaron entonces de
llevar oro cuesta abajo, y depositarlo en lechos de grava en los arroyos.
Los
forty—miners, se concentraron al principio en estos depósitos. El trabajo de
extraer oro era tan duro, que uno de cada doce forty—miners, pereció.
Con
la construcción de la casa de la moneda de San Francisco en 1.854, el oro se
transformó en monedas oficiales de los Estados Unidos para su circulación.
El
primer ferrocarril transcontinental del mundo fue inaugurado en el Istmo de
Panamá en 1.855 entre Panamá y San Francisco, comenzaron a navegar nuevas
líneas de barcos de vapor hasta la costa este de los Estados Unidos. En
distintos viajes el barco S.S. Central América, se hundió frente a las costas
de las Carolinas en 1.857 víctima de un huracán. Se calcula que tres toneladas
de oro se hundieron con el navío y hasta la presente, todavía no se ha rescatado,
por lo que yace en el lecho oceánico
hasta que alguien algún día pueda
sacarlo a flote.
El
primer ferrocarril transcontinental se inauguró en 1.869. La construcción de
esta línea fue financiada en gran parte con el oro de California.
De
modo que con aquel historial, Eduardo, tras permanecer varios días en San Diego, los justos para desembarcar los
contenedores que tenían ese punto de destino, los mismos que estuvo en Los
Ángeles por el mismo motivo. Más al fin,
el barco que lo trasladaba llegó al puerto de San Francisco donde se quedaría
por sus inmediaciones alrededor de tres meses, pues pensó que quizá aquellos
primeros enfebrecidos buscadores de tan preciado metal amarillo hubiesen dejado algo para la posteridad, por
lo que se mantuvo en el Estado de California sacando lo suficiente como para comprar las necesarias
provisiones y dinero para poder seguir buscando el tan ansiado filón en otra
parte más alejada del planeta. Ya que su
instinto montañés le decía que, cuanto más lejos fuera, más probabilidades tendría que ningún otro
anteriormente se le hubiese comido el pastel.
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