BAJO NEBULOSAS DE TERCIOPELO
Antorchas
de ébano bajo árboles emplumados nutren los soplos extraviados de la Tierra. Argentadas
fuentes del espíritu brotan de las hojas cerradascon
savia muerta cual luminoso exilio.
Príncipe
taciturno soy cuando vago en la más alta marea de la civilización.
Abejorro
saliendo de las cavernas en busca de la más viva luz.
Proscritas
alegrías bajan de las alturas de purpúreos cielos, y su bullicio exhala la
exclamación espasmódica de los astros solitarios.
Lejanas
brisas circundan por mi insignificante choza exhalando los gritos de murciélagos
que abrazan la noche etérea con sus alas de asfalto.
En
la pujanza de un cielo incorruptible, como un fuego de espinas de escaramujos se
clavan en los confines y gentes sin ley.
Bostezan
las fronteras su vaho silente, arreboles cual cofrecillos apoyados en las
mejillas de la más alta estrella.
Siento
su clamor en el olmo seco que enraíza en mi corazón bajo las escamas de una
acantilada orilla donde se extravía la ciencia con sus recónditos sueños.
De
entre las grutas verdes de las efímeras constelaciones nacidas una noche en la
horca ávida de un relámpago, que alguien segó de un golpe con la nervada hoz de
la ironía.
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