Tibamba
"El náufrago"
El crepúsculo ya extendía sus rojas alas, Por tal motivo, debían de regresar
a la playa a hablar con Carrú, y ya de
paso, ponerse a salvo de la serpiente marina, guardiana de la noche, que tanto
temor había infundido en Tibamba, su salvadora al insuflarle su aliento.
Mientras remaban hasta la
playa, Tibamba, mostraba la belleza del cisne, y ese encanto capaz de subyugar a
cualquier hombre incluyendo a Roch, el cual, y pese a haber conocido a
infinidad de bellezas exóticas en las innumerables islas y lugares que había arribado con su
goleta, ninguna lo había cautivado tanto como aquella nativa, que en la isla
del paraíso le insufló su aliento para devolverle a la vida. En cierto modo
estaba en deuda con ella; Pero todavía no había encontrado un momento sosegado
o íntimo para sin ningún pudor, demostrarle su sincero arrobamiento; Pero de lo
que no tenía ninguna duda es que deseaba con inusitado ardor, que aquella
violeta silvestre impregnada de rocío, se fuera con él allá a donde el destino o
los caprichosos vientos lo guiasen
Surgió un viento del sur
haciendo mover sus cabellos, brillantemente negros como las plumas del ala de un
cuervo. Nunca vio un rostro más perfecto que el de aquella nativa al caer la
tarde, y sus modeladas piernas, incitaba a las caricias y los deseos más sublimes.
Por lo que sabía, Tibamba,
era ascendiente del más noble y antiguo trono de los reyes isleños.
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