El holandés errante
"El náufrago"
"El náufrago"
-Soy consciente de que la
vida en el mar ha sido durante siglos muy dura, acechando en cualquier momento
la muerte entre las olas. Quizá por ello los marineros son gentes abiertas a la
superstición y más perceptivos ante lo sobrenatural. Los cuadernos de bitácora
están repletos de extraños sucesos, de avistamientos de animales fantásticos,
de sirenas y tritones y otros habitantes
de las profundidades. Por eso ante el temor de que mi goleta "La Pantera de la Mar Océana" se
convirtiera en otro barco fantasma, como el Holandes Errante o el Mary Celeste,
encontrado este último desierto en
Diciembre de 1.872 entre Portugal y las Azores, comunique al nativo Carrú, mis intenciones de ir a atrapar la
goleta, para evitar que se convirtiese en otro Holandés Errante…
—¿El holandés Errante
dices? – preguntó Carrú abriendo sus ojos con desmesura.
—Sí eso he dicho ¿A caso
habías oído antes dicho nombre?
—Varios marineros de los
que sobrevivieron junto a nosotros, una noche de luna llena, supongo que
rememorando algunas vivencias, les oí una extendida conversación, la cual hizo
que se me erizaran mis ensortijados cabellos. Según ellos, aseguraban que el
Holandés Errante cruzó su rumbo. Por lo visto era una extraña luz roja, como la de un buque fantasma,
incandescente, y en el centro de esa luz,
los mástiles, palos y velas de un
bergantín, a doscientos metros de distancia se destacaron con fuerte relieve.
Cuando se acercó a la amura de babor, y
de improviso desapareció pese a que la mar estaba en calma…
Por lo que yo conozco del
Holandés Errante, (llamado así porque su capitán era holandés) cuya nave fue
atrapada en una terrible tormenta cuando doblaba el cabo de Buena esperanza,
los pasajeros aterrorizados, rogaron a su capitán Vanderdecken que se
refugiaran en un puerto seguro, o que por lo menos arriaran velas e intentaran
capear el temporal; pero el capitán enloquecido se río de sus súplicas y, atándose al timón,
comenzó a cantar canciones sacrílegas.
La tripulación también se
alarmó por la conducta de su capitán e intentó hacerse con el control de la
nave; pero el intento de motín fue sofocado, cuando Vanderdecken arrojó a su
líder por la borda, mientras los aterrorizados
pasajeros y la tripulación se encomendaban a Dios. En respuesta a sus
plegarias las nubes se abrieron y una luz incandescente iluminó el castillo de
proa, revelando una figura gloriosa, que según algunos, era el Espíritu Santo,
mientras otros dijeron que era Dios.
La figura se enfrentó con
Varderdecken y le dijo que ya que disfrutaba con los sufrimientos ajenos, de
ahora en adelante sería condenado a recorrer el océano eternamente,
siempre en medio de una tempestad, y
provocaría la muerte de todos aquellos que le vieran. Su único alimento sería
el hierro al rojo vivo, su única bebida la hiel y su única compañía el grumete,
quien le crecían cuernos en la cabeza y tendría las fauces de un tigre y la
piel de una lija (lo cual parece muy injusto para el pobre grumete quien hasta
aquí no había tenido ningún papel independiente en la historia y,
presumiblemente, sentía tanto terror ante
Vanderdecken como el resto de la tripulación) Sin embargo, con estas
palabras la visión desapareció y con ella todos los pasajeros y tripulación.
Vanderdecken y el grumete quedaron abandonados a su destino. Dicho esto, yo
creo que dicha versión deriva de la historia
que me contaron sobre un tal
Stote. Un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto,
cubierto con un manto de fuego fue hallado
después sentado en el palo mayor de una nave negra y fantasmal.
No es improbable que la leyenda del Holandés Errante naciera
como consecuencia de un hecho real, aunque sin duda, éste habría sido algo más prosaico que la venta de un alma al Diablo.
Ya que existen muchos casos de buques que fueron abandonados por error por su
tripulación en la creencia de que estaban a punto de zozobrar, y luego
siguieron a flote durante días, semanas, meses e incluso años, siguiendo los
caprichos del viento y las mareas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario