lunes, 4 de marzo de 2019

El holandes errante "El náufrago""




El holandés errante
"El náufrago"
 


-Soy consciente de que la vida en el mar ha sido durante siglos muy dura, acechando en cualquier momento la muerte entre las olas. Quizá por ello los marineros son gentes abiertas a la superstición y más perceptivos ante lo sobrenatural. Los cuadernos de bitácora están repletos de extraños sucesos, de avistamientos de animales fantásticos, de sirenas y tritones y otros habitantes  de las profundidades. Por eso ante el temor de que mi goleta "La Pantera de la Mar Océana" se convirtiera en otro barco fantasma, como el Holandes Errante o el Mary Celeste, encontrado este último desierto en  Diciembre de 1.872 entre Portugal y las Azores,  comunique  al nativo  Carrú, mis intenciones de ir a atrapar la goleta, para evitar que se convirtiese en otro Holandés Errante…
—¿El holandés Errante dices? – preguntó Carrú abriendo sus ojos con desmesura.
—Sí eso he dicho ¿A caso habías oído antes dicho nombre?
—Varios marineros de los que sobrevivieron junto a nosotros, una noche de luna llena, supongo que rememorando algunas vivencias, les oí una extendida conversación, la cual hizo que se me erizaran mis ensortijados  cabellos. Según ellos, aseguraban que el Holandés Errante cruzó su rumbo. Por lo visto era una extraña  luz roja, como la de un buque fantasma, incandescente, y en el centro de esa luz,  los mástiles, palos y velas de  un bergantín, a doscientos metros de distancia se destacaron con fuerte relieve. Cuando se acercó a  la amura de babor, y de improviso desapareció pese a que la mar estaba en calma…
Por lo que yo conozco del Holandés Errante, (llamado así porque su capitán era holandés) cuya nave fue atrapada en una terrible tormenta cuando doblaba el cabo de Buena esperanza, los pasajeros aterrorizados, rogaron a su capitán Vanderdecken que se refugiaran en un puerto seguro, o que por lo menos arriaran velas e intentaran capear el temporal; pero el capitán enloquecido se  río de sus súplicas y, atándose al timón, comenzó a cantar canciones sacrílegas.
La tripulación también se alarmó por la conducta de su capitán e intentó hacerse con el control de la nave; pero el intento de motín fue sofocado, cuando Vanderdecken arrojó a su líder por la borda, mientras los aterrorizados  pasajeros y la tripulación se encomendaban a Dios. En respuesta a sus plegarias las nubes se abrieron y una luz incandescente iluminó el castillo de proa, revelando una figura gloriosa, que según algunos, era el Espíritu Santo, mientras otros dijeron que era Dios.
La figura se enfrentó con Varderdecken y le dijo que ya que disfrutaba con los sufrimientos ajenos, de ahora en adelante sería condenado a recorrer el océano eternamente, siempre  en medio de una tempestad, y provocaría la muerte de todos aquellos que le vieran. Su único alimento sería el hierro al rojo vivo, su única bebida la hiel y su única compañía el grumete, quien le crecían cuernos en la cabeza y tendría las fauces de un tigre y la piel de una lija (lo cual parece muy injusto para el pobre grumete quien hasta aquí no había tenido ningún papel independiente en la historia y, presumiblemente, sentía tanto terror ante  Vanderdecken como el resto de la tripulación) Sin embargo, con estas palabras la visión desapareció y con ella todos los pasajeros y tripulación. Vanderdecken y el grumete quedaron abandonados a su destino. Dicho esto, yo creo que dicha versión deriva de la historia  que me contaron sobre un tal  Stote. Un vikingo que robó un anillo a los dioses y cuyo esqueleto, cubierto con un  manto de fuego fue hallado después sentado en el palo mayor de una nave negra y fantasmal.
No es improbable  que la leyenda del Holandés Errante naciera como consecuencia de un hecho real, aunque sin duda, éste habría sido  algo más prosaico que la venta de un alma al Diablo. Ya que existen muchos casos de buques que fueron abandonados por error por su tripulación en la creencia de que estaban a punto de zozobrar, y luego siguieron a flote durante días, semanas, meses e incluso años, siguiendo los caprichos del viento y las mareas.

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