Inmerso en la jaula de la brisa
aleteaban mis ojos sobre una selva de árboles huecos.
Nuevamente la vida me pareció como una estepa monótona,
y salvaje, donde debería sembrar la simiente de mi casto pudor.
Sé que vendrá un tiempo en
que las estrellas de los hombres
marcharán a corazón abierto
Entonces al amor
y a la vida
en un mismo latido se le
rendirán culto.
Y la belleza del alma será entonces más sagrada y excelsa,
que
el luminoso metal amarillo impregnado de quilates.
Cosa que ahora, se estrangula
únicamente por poseer
unos insignificantes trozos de papel, con el escudo de la
nación.
Miserables baratijas que dan el poder sobre el género humano,
convirtiéndose con ello, los que las
poseen, en abominables tiranos.
* * *
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