Lejos
de los imperios del amor
He navegado errante por las riberas
De
tu apacible océano,
Donde
el murmullo etéreo de tus ninfas
Rompían
el silencio melifluo de los poetas.
Cuando
llegó el crepúsculo
Con
el yerto frío de las tempestades,
Invoqué
a miles de beldades empíricas
Para
contrarrestar la belleza casta que amaba,
Cuyos brazos perfumados de madreselvas
Se
erguían en el altar sagrado de la voluptuosidad,
La
lágrima azul del orgullo
Descendía
entonces hasta el imperio de las sombras
Con
el alma llagada de secretos,
Muchas
veces, la angustia se acuñaba en mi frente,
Pues
las penas, macizas como jaspeados mármoles
No
eran capaces de hallar el consuelo
De
un amigo, llegando a ser parásito de mi corazón,
Sin
lograr endulzar los infinitos amargores de mí alma.
En
tu ausencia, era observado por los ojos azules de las nubes
Y
sus amoratadas cabelleras seducían
A
los silbos del globo,
Capaces
de estrujar con un soplo mi altivo bajel,
Yendo
a naufragar siempre a islas de oprobio,
Infestada
por doquier de espinos silvestres.
Cuando
soplaba el viento de la violencia
Palidecía
como una flor
Guillotinada
al a altura de la corola,
Mientras
ríos de lágrimas candentes
Inundaban
los profundos valles del recuerdo
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