Lejos de los imperios del amor
Malviviendo
en tu ausencia infinita
En
un infierno en el que florecían las ruinas
De
mi pasado esplendor,
Era
la burla de la juventud
Que
se consumía en los placeres del amor.
Es
verdad que la perezosa colina de la vida
Amamanta
los romances populares
Coronados
por el laurel de la victoria,
Y
que el fuego mortífero se embriaga
Con
las ofrendas de tanta sangre.
Los
ajironados estandartes de mi amor
Ondean
bajo un cielo sin estrellas,
Y
los buitres de ojos atigrados,
Descienden
a devorar
Los
cadáveres de los ensueños,
Donde
quedaban reducidos a cósmicas cenizas.
Un
corcel peregrino fertiliza los recuerdos
Y
tus palabras afables
Empeñándome
en resistir al destino,
Donde
los obstáculos fracasarán
Y
prosperará la virtud hasta el fin.
La
luna dirige sus ojos a las pirámides
De
hogueras que centellean como
Brazos
armados de mujer,
En estas lejanas riberas donde se respira el
céfiro
Y
enmudecen las cavernas de la esperanza.
La
sangre de la gloria bulle en nuestro amor
Y
el incienso alborea en la cuna de tu linaje.
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