Versos de mujer
el rocío de los ensueños
y el canto, luz olorosa,
emanación de rocío que
corona el aljófar matutino
donde las raíces del silencio
taladran el bosque del
tiempo.
Mas hoy mi voz quiere
elevarse
cual águila imperial
para mostrar mi poesía
desnuda,
pétalos de alhelí,
arquitectura de luz
en un páramo de rectitud
patrimonio de mi
conciencia,
heredada de la estrellada
alegría de mi tierra,
donde la poesía
abre las
puertas del alma de los seres.
Manuel, quisiera olvidar
que,
tú fuiste el primero y el único.
Quisiera enterrar el vuelo
del níveo albatros
hasta ceñir el mundo con
su temblor divino.
Estoy rodeada de tétricos
silencios
donde se pierde el coral
del crepúsculo.
Un hilo de vacío embriaga
esta ribera
donde me hallo rodeada de
toros con ojos de fuego
y edificios cual torres de
Babel,
que desde aquí parecen arañar el cielo.
El pálido topacio que se
resiste a morir
hundido en la cordillera
de arreboles
donde se despeña el dorado
cereal
y donde los chacales
con
su poderoso metal de muerte
erosionan mi frágil
fortaleza,
laureles que se desgarran
en las desdichas de sus
redes de mármol.
III
El sol derrite sus mieles
en la raíz de los ensueños,
cristalino corazón que
gravita
sobre un éter de ternura,
labios del pueblo honrado
y trabajador de antaño,
cuando la noche devoraba
el rumor profundo de la calle,
sin el atropello constante
de las herraduras
con su ancha piel
golpeando las puertas soleadas,
soliviantando la paz de
sus moradores.
Hoy el viento crepita las
viejas páginas de la historia,
ruiseñor azul que
deslumbra
el púrpura de mi bandera.
Estoy sola, borracha de
martirio,
mutilada, despedazada
quizá,
tras el combate de tu
prolongada ausencia.
Aquí en esta colmena de
aluminio y vidrio
donde la tierra se
agiganta
con sus acipresadas sombras.
Cojo la guitarra por la
cintura
y me pongo a cantar,
soy un pájaro ciego, un
trovador de nieve
en medio de un océano de
labios turbulentos
bajo un universo de
azufre,
sin su manto de estrellas
rutilantes.
IV
Cuando me despierto de mi
espinoso sonambulismo
recobro el espíritu de las
ensortijadas flores,
guirnaldas que se
encienden en el agua marina ,
indomable carnicero alado sin fronteras
lunares,
gárgola engendrada en la
noche del terror
donde infernales baluartes
fueron sostenidos
por puños de hierro,
sometiendo el orgullo
augusto de la patria
que hacinada en canciones
royeron el duro siroco de los desiertos,
cruz de los pobres.
versos de mujer
Hoy quisiera estar solamente
contigo
dado que el amor tiene más
derechos que el olivo
con su estrellada alegría,
aún a costa de tener su
madera
educada para el sufrimiento.
Cae la tarde, el corazón
se desgrana de pan y paz,
los niños cesan sus juegos
en la arena dorada de la playa,
sube la marea y sus
ensueños
transformados en castillos
se desmoronan tras
titánicas olas
aplastándolos con pies de nácar.
Quizá mañana estos niños
siembren rosas,
rojas como la viva sangre,
y frutos y obras para el
esplendor del mundo,
aunque tan sólo lleguen a ver la luz y el aire
de una mazmorra,
donde se
degüellan los ensueños
a violentos golpes de
espada.
Abrumados por la
atenazante ignominia
la nieve azul se cicatriza
con el follaje preñado de
píldoras
del anónimo sol del universo.
Las últimas sombras
arrinconan
a la araña venenosa,
mientras el polen de oro
se esparce
en el rocío de la negra
cabellera de la noche
donde los murciélagos
parecen extirpar su flébil vuelo.
* * *
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