domingo, 31 de marzo de 2019

Dime que me amas cuando el sol brille

 
 
 
Dime que me amas
cuando el sol brille
 
 
 
 
 
Dime que me amas cuando el sol brille,

transportando en sus rayos pedrerías,

que se instalan en los lagos de tus ojos

y que inundan de amor mis fantasías.

Dímelo aunque apenas tenga aliento

 y en mi alma sólo quede resquemor.

Pues mañana seguro que habrá viento;

 Pero es viento del sur que arrastra amor.

Dime entonces que de verdad me quieres

y apreciarás en mis ojos el candor,

de sentirme totalmente enamorado

de una dama… De un diamante… De una flor.

 

Tibamba "El náufgrago"



Tibamba
 
"El náufrago"
 



El crepúsculo ya extendía sus rojas alas, Por tal motivo, debían de regresar a la playa a hablar con Carrú, y ya  de paso, ponerse a salvo de la serpiente marina, guardiana de la noche, que tanto temor había infundido en Tibamba, su salvadora al insuflarle su aliento.
Mientras remaban hasta la playa, Tibamba, mostraba la belleza del cisne, y ese encanto capaz de subyugar a cualquier hombre incluyendo a Roch, el cual, y pese a haber conocido a infinidad de bellezas exóticas en las innumerables  islas y lugares que había arribado con su goleta, ninguna lo había cautivado tanto como aquella nativa, que en la isla del paraíso le insufló su aliento para devolverle a la vida. En cierto modo estaba en deuda con ella; Pero todavía no había encontrado un momento sosegado o íntimo para sin ningún pudor, demostrarle su sincero arrobamiento; Pero de lo que no tenía ninguna duda es que deseaba con inusitado ardor, que aquella violeta silvestre impregnada de rocío, se fuera con él allá a donde el destino o los caprichosos vientos lo guiasen
 
Surgió un viento del sur haciendo mover sus cabellos, brillantemente negros como las plumas del ala de un cuervo. Nunca vio un rostro más perfecto que el de aquella nativa al caer la tarde, y sus modeladas piernas, incitaba a las caricias y  los deseos más sublimes.
Por lo que sabía, Tibamba, era ascendiente del más noble y antiguo trono de los reyes isleños.

sábado, 30 de marzo de 2019

Canción del Náufrago "San Borondón"











 
 
 
 
Canción del náufrago
San Borondón"
 
 
 

“Ya viene dibujándose en la bruma
la isla misteriosa. San Borondón.
Como una reina en cortejo de espuma;
¿Pero dónde escondiste tu corazón? 
San Borondón, San Borondón,
soy un náufrago empapado de ron. 
Soy náufrago en tus ojos de luna,
he perdido  toda mi tripulación,
pero tengo la inmensa fortuna
de encontrarme en  San Borondón… 
San Borondón… San Borondón…
Soy un náufrago empapado de ron…”
 


La Isla Misteriosa

San Borondón
 
Esta isla misteriosa y errante, aparece y desaparece desde hace varios siglos en diversos puntos del horizonte del archipiélago canario. Su existencia llegó a cobrar tal  fuerza que, algunos monarcas europeos como los portugueses Alfonso V y Manuel II, Los Reyes Católicos y Carlos I de España, organizaron expediciones en su búsqueda.

San Borondón es la forma canaria de Saint Brandain de Confet, un monje irlandés protagonista de una de las leyendas más famosas de la cultura celta.
Este monje irlandés del siglo VI recorrió el Atlántico durante siete años acompañado de diecisiete monjes buscando la Isla de la Felicidad.
Durante su famosa travesía recorrió tierras míticas pobladas de seres extraordinarios, un mundo lleno de fantasía, monstruos.

Un día vieron desde su embarcación la silueta de una isla, y  como se aproximaba la fecha de la Pascua se acercaron a ella para celebrar los oficios preceptivos. Cuando al día siguiente, se disponían todos a cenar la carne que habían guisado en tierra firme, ésta empezó a moverse: se trataba de un gran pez en cuyo lomo le había crecido vegetación dándole la apariencia de una isla.
Todos saltaron de la nave y vieron como la supuesta isla desaparecía rápidamente en la lejanía.

En Canarias la apariencia de una isla se presenta con cierta regularidad. Sea cual sea la explicación de este curioso fenómeno, óptico o metereológico, lo cierto es que aunque no se trate de tierra firme… a veces, se  puede ver una isla, posiblemente la Isla de San Borondón ¿La has visto?
 
 

Vente conmigo


Vente conmigo

 


Algo me falta y tú tienes

algo te falta también

a ambos algo nos falta

Y yo, ya sé lo que es.

 

Juntemos abeja y rosa

Y así, obtendremos su miel

Con esa pequeña obra

Lo pasaremos muy bien.

 

¡Vuela hacia mí mariposa!

¡Ven y pierde esa niñez!

Que si te vienes conmigo

Yo también la perderé.

El imperfecto ser humano


El imperfecto ser humano

 


Todos llevamos un guerrero,

Todos llevamos un poeta,

Todos un esforzado obrero

Y a veces, hasta un profeta.

Cada cual lleva encerrado

Estos cuatro putos cardinales,

Unas veces parecemos licenciados

Y otras, verdaderos animales.

Lo peor es que se presentan sin querer

Dado que ninguno de ellos es igual,

Hacemos cosas de difícil prever

Aunque sólo es uno, no sabemos cuál.

La vida es marga compañera

Con interrogantes sin solución,

Nunca se encuentra la  mejor manera

Porque somos pura imperfección.

¿Puede un ser imperfecto  lograr algo perfecto?

Si es así, es una completa contrariedad,

Aunque parezca sea ese el efecto

Creo que es mentira incluso la verdad.

El turbante del silencio




 

 

El turbante del silencio




 

Se derrite la nieve,
 se hincha el torrente,
 extendiéndose de súbito
con sus olas inflamadas
por la parda llanura.
Ecos extra temporáneos
Rasgan con furor  los vergeles viejos.
Mientras las atroces tinieblas
De la nube hirviente,
se encarama en la cabeza
de los famosos semidioses.
El fantasma azul de mi miseria,
cabalga  a lomos de mi historia
cual estirpe  carente de futuro.
   El turbante del silencio
apaga las lámpara de caoba y ébano
mientras el rayo de cobre
centellea en las tinieblas
 de mi noche proscrita.
Envuelto en penumbras
cruzo las afiladas esquinas,
 alguien me observa con ojos inquietantes.
Son los ojos de la rémora del pasado
dispuesta a zanquillear mis pasos futuros.
 
Prosigo andando y los veo,
están apoyados en  un alerón
del tejado de la codicia,
la cual, martillea  a la luna
que tras el espigado campanario, asoma,
derramando sobre su cruz
lágrimas de fuego  y sangre.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

¡Volad cartas de amor!


Volad cartas de amor

 
¡Volad cartas de amor!

volad hasta el infinito,

 para extirpar el dolor

de cualquier sueño proscrito.

Ya están volando mis cartas

a igual compás que las tuyas,

si de mí nunca te apartas

tampoco lo harán las grullas.

Las peregrinas del viento

 desde Manchuria a Japón,

 nunca hallarás un lamento

 ni tampoco una traición.
 

¡Volad,! ¡volad! que sois libres,

libres para despertar,

del sueño del que sin alas

 siempre deseó volar.”

viernes, 29 de marzo de 2019

Sueño inmortal






Sueño inmortal


¡Vaya nochecita he pasado nuevamente!-exclamó Abel- Llevo una semana infernal, cada noche he muerto. Bien sea atravesado  por la afilada daga,  la lanza,  la espada,  o por las veloces flechas. Sin embargo, esta noche última, ¡ha sido tela!  Por eso, quizá debido  a tales repeticiones mortales,  a esta clase de muertes ya no les tengo ningún miedo.  Pues a ellas ya estoy acostumbrado. Quería  morir y no podía, tal y como profetizó que pasaría algún día la Biblia.  “Y en aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la hallarán; y desearán morir y la muerte huirá de ellos” (Apocalipsis cap. IX, v.6.) Muerto, al menos descansas, y preparas tu alma para  el próximo combate. Pero está visto, que para los voluntarios de la muerte, esa fecha apocalíptica todavía no ha llegado, y tenemos que permanecer anclados al yugo ominoso de la vida; pues según dicen, mientras los poetas escriban y  canten, el morir voluntariamente es prueba de muy mal gusto. Mas es tal el desasosiego que en mi alma reina, que en realidad,  no sé si estoy muerto, o por el contrario, a base de encontrar la gloriosa muerte tantas veces en mis sueños, me he convertido ya en inmortal. De no ser así, no se entendería que  tras recibir esta noche tantos golpes sobre la espalda, ninguno de ellos me la ocasionara. Y ahora se me han  formado tales cayos y duricias, que pareciera como si en los costados me estuviesen naciendo alas.

Alguna vez he escapado de una muerte segura arrojándome al precipicio volando; pero mis alas eran tan livianas que apenas las sentía. Por el contrario, llevo tales muñones en los costados,  que por su peso, bien podría decirse que parece como si estuviera cargando de continuo  con un saco de cebollas, ¡no de las dulces! ¡No! Sino de las que pican tanto, que hasta te hacen llorar ¡En fin! ¡A ver la próxima noche qué pasa!

El soltero de oro




 
El soltero de oro

 

Cuando acabó la guerra, mi ciudad  se hallaba totalmente destruida,  no encontrándome más que a una multitud de viejos, moribundos y mutilados, ya no tenía amigos ni parientes. Los que no habían muerto de muerte natural cayeron durante la guerra, y los que no cayeron durante el transcurso de la guerra sucumbieron a las consecuencias de esta. De modo que los que logramos sobrevivir,  con impotencia y dolor, no nos quedó otro remedio que el de buscar nuevos horizontes y emigrar a otras tierras.
¡Cuánto me sorprendo a veces de haber sobrevivido más que otros muchos de mi generación! Los cuales se morían pronto: bien de ataques cerebrales o de  tumores malignos. Y desde luego llegando a desear pronto a esa gran artista, la muerte, que empieza muy prontamente a dar sus primeros retoques en el lienzo del torpe caminar de la vida de los hombres. Ya que entonces el deseo de existir no es lo suficientemente firme para permitir una vida honesta y agradable.
Aún hoy, muchas mujeres sufren las heridas incurables de aquella guerra traicionera,  pues han perdido la facultad de la procreación, y los niños si es que nacen, la mayoría vienen al mundo raquíticos y caen como moscas rociadas con D.D. T. “
Aunque, para algunos, los hijos son la última palabra de la imperfección humana, dado que, lloran, hacen preguntas tontas, piden ser alimentados y aseados, vestidos y educados, a cambio de tan apenas nada. Pues sobre su frente gravita la aureola del egoísmo; Por eso, sea acaso una bendición del cielo el que algunos permanezcamos solteros, para privarnos de ese modo de dicha aflicción.

Loco por tu amor "canción"


LOCO POR TU AMOR
 "Canción"
 
Loco, loco, loco. Estoy por ti
desde aquel momento mi amor
 
 que te conocí,
loco, loco de amor
loco de frenesí,
loco, loco, loco estoy por ti.
 
Aquellos besos de miel que me diste
se acuñaron en la piel de mis labios
y tu suspiro de amor para mí
fue un certero flechazo.
 
Aquellos besos de amor
quedarán para siempre
navegando en el mar de mis venas
con olas ardientes.
Y ahora en el pecho mi amor
te llevo latiendo,
desde que me diste tu miel
fundida en tus besos.
 
Y ahora te llevo mi amor
donde quiera que vaya,
en el cofre dorado mi amor
que guardo en mi alma. 
 
No te cambiaría mi amor
por diosa o mujer,
porque aquellos besos mi amor
supieron a miel.
 
No te cambiaría mi amor
 por astro o estrella,
sin dudar  tú eres
más pura y más bella.
 
Y a pesar de esta locura 
con pasión te estoy queriendo, 
tras encontrar la dulzura
el día que probé tus  besos.

El árbol de los deseos "Canción"



 

El árbol de los deseos

"Canción"

 

 


 

Infinitos son los sueños

e infinita es tu hermosura,

Infinitas las estrellas

e infinita es tu dulzura.
 

Infinitos son los sueños en la noche,

infinitos son los lances del amor,

e infinitamente dulces

son tus besos bajo el sol.
 

Infinitas son las formas de querer

e infinitas las formas de hallar el cielo;

pero es imposible que en el mundo pueda haber

otro hombre que te quiera

tanto como yo te quiero.
 

Es  tan fuerte este amor mío

que me  resisto a pensar,

que halla un hombre con más brío

y tu amor pueda robar.
 

Yo mi amor en ti confío,

confío infinitamente,

y aunque te hubiera perdido

te amaría hasta la muerte.
 

Porque si bien yo no puedo

obligarte a que me quieras,

nadie a mi podrá impedirme

el querer a quien yo quiera.
 

Infinitas son las olas en el mar

cuando un viento huracanado las subleva,

rugiendo en el acantilado hasta chocar

como los besos ardientes

que nuestra pasión eleva.
 

Infinito es el árbol del deseo,

Infinitas las ramas de la pasión,

e infinitamente dulces

son los frutos del amor.

* * *

 

 

 

 

jueves, 28 de marzo de 2019

El arriero


El arriero

 


Con cuatro mulas arrieras

Y de  vigorosa estampa,

Arrastro yo las coníferas

Desde la alta montaña.
 

Allí, con las moto sierras

Hombres curtidos del hacha,

Le desnudan la corteza

Y su follaje de ramas.
 


Cuando al aserradero llegan

Todo de ellas se aprovecha,

Hasta el serrín que desgarran

sirve para hacer hogueras.
 

Con  ellas, un día harán puertas,

Estructuras de las camas,

Estantes de bibliotecas

O libros con muchas páginas.