miércoles, 27 de febrero de 2019

La rosa de la Eterna Juventud" Primera parte"


La rosa de la eterna juventud

Primera parte

 

-Cuéntanos la historia abuelo

Para que siga la tradición

De lo ocurrido  a su bisabuelo

Siendo de joven pastor.

-Era mi bisabuelo muy joven

Como bien decías, pastor

Toda la tierra que pisaba

Era del mismo señor.

Un señor de la nobleza

Que vivía en  un castillo

Convertido en fortaleza.

Rodeado por esbirros

Y por jóvenes doncellas

Que satisfacían sus caprichos

Y le servían la mesa.
 

La sangre de mis venas

Les decía a sus súbditos,

No es como la vuestra,

La mía es celestial

Y pura como la turquesa.

Nunca mejor dicho

Pues heredó unos títulos

Ganados por sus antepasados

Al combatir a los turcos

Del Gran Imperio Otomano.

El que más méritos tuvo

Fue un conde Transilvano,

Siempre a raya los mantuvo,

Y fue más temido que al diablo.

Para llenarles de horror

Hizo mandar  un saco con orejas

Al gran sultán invasor;

Pero éste se hacía el sordo,

Según cuenta la leyenda

Volvía otra vez con su acción,

Y volvió a mandarle tres sacos

Con los miembros de rigor,

De los que murieron batallando

Al realizar la invasión.

Ya todos los siguientes,

Fueron empalados sin compasión

Pinchados por el vientre

Y pudriéndose bajo el sol.

Al ver aquello el enemigo

Corrían de pánico y pavor,

Ni la mente más retorcida

Idearía otro martirio

Con un efecto peor.

Todos aquellos hombres

De cuerpos hercúleos

 De rostros feroces,

Guerreros sin piedad,

Temblaban como niños

Ante las escenas atroces

Propias del mismo Satán.

El conde, tuvo cierto mérito;

Pero aquel viejo gordinflón

Era un ser maléfico

Que actuaba sin rubor.

Hasta le hedía el aliento

A amargo sabor de hiel,

Lo que lo hacía más violento

Y si cabe… ¡más cruel!

Respaldado por su título

Era vil y humillador,

Su nombre no era cualquiera

¡Delante llevaba un Don!

Le asqueaban las doncellas

Así fuesen un primor,

Y ofreció una recompensa

A quien por aquel alrededor

Encontrara algo de manera

Que su espíritu engrandeciera

Para su vida posterior.
 

Un caballero con raras artes

Consiguió llevarle una flor,

Que custodiaba un gigante

En lo alto del monte Armón.

Con destellos fulgurantes,

Su sabia era  amor de Dios.

Más el sacrílego visitante

Su paz reinante truncó.

Para poder conseguirla

Se valió de algunas tretas,

Florecía en una cueva

Cuya entrada era secreta.

Y se hallaba tapada

Con una soberbia piedra,

Labrada con jeroglíficos

En los cuales se explicaba

Incluso la vida Eterna.

Él, no descifró los signos

Sólo deseaba la flor

Y descorrió aquella piedra

Con gran esfuerzo y tesón,

Salvando el primer escollo

Más faltaba otro peor,

Dentro se encontró a un gigante,

Su paciente cuidador,

Este empuñaba una antorcha

Que derretía su valor,

Más le disparó una flecha

Tan certera que le dio

En medio de su único ojo

Quitándole la visión.

Aquel ojo solo veía bondad

Como Dios mira a todos por igual.

El gigante desesperado

Rugía como un león.

Después, con otra flecha

Le atravesó el corazón.

Pudo así tranquilamente

Recoger la rosa aquella

Y se la llevó al Señor,

Para cobrar la recompensa.

“nunca nadie después vio,

Tuvo Sagrada respuesta,

¡La tierra se lo tragó!

Cada vez que el señor la olía

Se quitaba un año presente

De su alborotada vida

Hasta que llegó a los veinte.

Pretendió incluso un amor

La virilidad le exultaba,

Vio a la hija del leñador

De belleza inusitada,

Prendado dijo: ¡ven muchacha!

Pero en vez, corrió asustada.
 

Sólo amaba a su fiel pastor

Que de besos la colmaba.

No quería lujos, ni riquezas,

Si así se sentía humillada,

Prefería ser humilde choza

Hecha de troncos y ramas

Y ver a la hija del día

“la aurora de la mañana”

Paseando con su galán

Que es el lucero del alba.

Se encontraba en tal estado

Que se creía el dios Apolo.

Y al sentirse rechazado

Cuál  no sería su enojo

Que se le pusieron los ojos

Encendidos y crispados

Igual que un perro rabioso.

Ni Belcebú con su trono

Con el tridente empuñado

Y los cuernos erizados

Produciría tanto espanto

Como el de entonces desatado

Por el Señor en su arrebato.

Casi revienta de ira

Y ordenó secuestrarla

En la más espigada torre

Hasta que de idea cambiara.

Al poco se enteró David

Pues él así se llamaba

Y su abuela viéndolo sufrir

Le dio la ayuda que clamaba.

Abuela -Hay en el páramo una fuente

Donde trémula su agua

Todo aquel que en ella bebe

Borra las penas amargas.

Si mientras bebes pides un deseo

Oirás una voz que del cielo proviene

Y te indicará como conseguir aquello

Que con más ardor desees.

Se apresuró David

Hasta aquella fuente mágica

Y pudo beber por fin

Dos sorbos entre sus palmas.

Oyó resonar a cierta distancia

Una música sonora

Seguida de estas palabras.

¡Oh, hijo del honor!

Tú a quien la gloria ensalzas,

Desprecia la fatiga,

Encumbra la montaña

Que por difícil que sea el camino

La recompensa te aguarda.

Coge tu honda David

También tu humilde zurrón,

Que más arriba de mí

Leerás una inscripción

En la Sagrada piedra redonda

Que un día una cueva tapó,

En ella florecía una rosa

Que un caballero usurpó

Y que el Señor aspiró

Con placentera senectud,

Dado que era la rosa

de la Eterna Juventud

Irreconocible se encuentra

En su aspecto exterior,

Aunque en su interior muestra

La maldad de su condición.

 

continuará


 

 

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