martes, 19 de febrero de 2019

Soberbio castillo medieval "Viajes"









Soberbio castillo medieval
"viajes"



Hasta el castillo quedaba un trecho medio pedregoso, este se erguía con majestad sobre una gran mole de piedra caliza, al fondo, unos barrancos escarpados, y lamiendo su base el quejumbroso río, en cuyas orillas, un cañaveral de espeso y fresco follaje circundaba varios huertos. Coronaba el castillo una torre almenada con varias higueras silvestres.
Al final del pinar silencioso, dulcemente dorado por el sol de la tarde, llegué a la fachada del soberbio castillo medieval, erigido en la cresta de una montaña, al borde de un precipicio, donde parecía que se iba a despeñar. Cuando llegué, temblé estremecido al ver tan sólo una desolada ruina maltratada por la intemperie, junto a un sombrío bosquecillo que la brisa del sur atravesaba produciendo tristes murmullos.
Con mi repentina llegada,  negros mochuelos centenarios, bruscamente turbados en sus ruinas, huyeron en oblicuo vuelo. Varias piedras rodaron al ser empujadas por sus garras, cayendo al abismo, botando sobre los  salientes de los peñascos con graves y lejanos estruendos.
 
Una saeta bárbara atravesó mi descarnado pecho, al ver como en sus derruidas piedras descansaba el sombrío esplendor de otras épocas.  Tras su fachada vetusta, suavemente amarillenta y pulida por el tiempo, se veían los nichos de sus fundadores. Admiré aquella grandeza pasada, aquellas ruinas proscritas, aquel insidioso abandono, que a semejanza del cáncer, devora tantas y tantas maravillas arquitectónicas construidas con gloria por nuestras generaciones pasadas; como los gusanos devoran el cadáver  de un hombre.
Sobre una inmensa piedra situada en medio  se erguía solitario un torreón gigantesco; a su alrededor yacían escombros informes cubiertos de musgo y yerbas, por entre los cuales serpeaban sapos, arañas y todos los repugnantes insectos que nacen de la humedad entre las ruinas. 

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