Una mañana
hallándome delante del espejo, noté unos mechones grises en las sienes y
comprendí que mi juventud quería irse en un tren de vapor al otro mundo. Pero lo que otros llaman
juventud, para mí había pasado hacía ya mucho tiempo. No me dolía pues, despedirme de ella, ya que
sencillamente carecía de la suficiente fuerza espiritual para desear otra
juventud.
Lo que se siembra
en la juventud se recoge con la edad, lo mismo en lo que se refiere al cuerpo
que al espíritu. Aquel arde y te eleva con la queja continua; pero la vejez no
debe quejarse, porque las heridas y los dolores enseñan a tener paciencia y
sirven para que los hombres tengan fuerzas para emprender el último viaje.
¡Ay! Si todos los
hombres dejasen siempre su impronta tras de sí ¡Qué extraños dibujos se podrían hacer con sus pasos!
Uno impondría el
honrado vaivén de la cama al trabajo y del trabajo a la cama; otros en cambio
los conduciría paso a paso, de su chabola natal al palacio que hoy ocupa. Tal
vez irían del banco al parapeto del río, del umbral enlutado a la cita de amor,
y cuantas huellas de inocentes completamente nuevas terminarían bruscamente sin
continuación y sin retorno.
El pensamiento es creador. Nuestro mundo es creado a su imagen y semejanza. Nuestra realidad es el reflejo de nuestros pensamientos. Si no somos felices con el mundo que nos rodea..., cambiemos nuestra manera de pensar con respecto al mundo. En este espacio, elaboremos nuevas recetas para alimentar nuestra mente con la única fuerza que verdaderamente es real. La fuerza de atracción, la fuerza del amor.
El pensamiento es creador. Nuestro mundo es creado a su imagen y semejanza. Nuestra realidad es el reflejo de nuestros pensamientos. Si no somos felices con el mundo que nos rodea..., cambiemos nuestra manera de pensar con respecto al mundo. En este espacio, elaboremos nuevas recetas para alimentar nuestra mente con la única fuerza que verdaderamente es real. La fuerza de atracción, la fuerza del amor.
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