Pulseras de culebras
Desde los diez años escasos
Cuando iba a bañarme al
Arba,
Al igual que otros muchachos,
Tenía una aversión innata
A las culebras, ratas y
sapos.
Pronto acepté la presencia
De esta repelente fauna.
Cogía a mano las culebras
Igual de tierra que de
agua,
Y hacía con ellas pulseras
De culebras enroscadas.
Ni sé las que habré cogido,
Más diría que demasiadas,
Culebras verde amarillas,
Negras, pintadas y a rayas.
Una culebra de escalera
Fue de todas la más larga,
Dos metros veinte medía
¡Y lo que me costó sacarla!
Permanecía en una cueva
Con escamas erizadas
Tiraba con todas mis
fuerzas
Más parecía imantada.
Uno de mis hobbies es, y era,
Pescar con las manos
carpas,
Si palpaba una culebra
Simplemente la apartaba.
Algunas hacían la digestión
De las madrillas y ranas
Y se les notaba el
hinchazón
De su dilatada panza.
Este reptil sale huyendo
Al ver la presencia humana;
Pero en la época del celo
Si las molestas te atacan.
Cogiendo un día caracoles,
Una lluviosa mañana,
A dos vi que iban al galope
Por un ribazo de alfalfa.
Con la vista las seguí,
Hasta perderse en unas
matas,
Al poco tiempo llegué allí,
Con la hoz, empecé a
apartarlas.
Y como si fueran dos cobras
Danzando al ritmo de
flauta,
Chulas, sujetas por la cola
Parecían decir ¡Qué pasa!
Cimbreándose erguidas,
Protegiéndose una a otra,
Sacaban sus lenguas bífidas
Ante lo que creían
mangosta.
Hacia atrás di un salto
Y corrí despavorido,
Por temor a algún bocado
De sus agudos colmillos.
Las culebras por lo general
No portan ningún veneno;
Pero si las agredes verás
Que muerden como perros.
Suelen ser oscuras por
encima,
Su vientre en cambio es
claro,
Su piel es tersa y muy
fina,
Su cola es como un látigo.
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