El vendedor de ilusiones
-¡El
vendedor…! ¡El vendedor…!
-¿Qué
es lo que vendes amigo?
-Soy
vendedor de ilusiones.
-¿Quién
no tiene o ha tenido?
-Sí.
Muchos hay que las tuvieron;
Y años después la han perdido.
-¿Y
qué cobra por ellas?
-Depende
siempre del tipo:
Tengo
ilusiones de amor,
De
amistad o de cariño.
-¿También
de paz y sosiego?
-Con
otros y consigo mismo.
-¿Quién
crees te puede comprar
Algo
que no se puede tocar?
-Tampoco
se puede medir
Ni pesar, ni aquilatar...
Pero eso no quiere decir
Que no tenga un valor real.
-¿Cuál es el precio de una amistad?
-Un suspiro.
-¿Cuál el de la felicidad?
-Un sueño.
-Pues yo, suspiro y tengo sueños
Y no tengo ni amistad ni felicidad.
-Entonces es que estás ciego
O enajenado mental.
-Ciego no, porque veo
Y me creo bastante cuerdo.
-Eres ciego de bondad
Y tus sueños son pequeños,
Al no ver la realidad
De la llama de tu infierno.
Hay que aprender a soñar
Con lo sublime y lo bello,
Para quitarte el mal moral
Que encierras dentro del cuerpo.
De momento para empezar
Piensa en el aire que respiras,
Que siendo necesario
Y vital para la vida,
Se te escapan de las manos
Sus finísimas partículas.
No lo puedes atrapar;
Mas no quiere decir que no exista.
O piensa en un manantial
De aguas cristalinas
Fluyendo sin cesar.
Así, fluye la vida.
Su agua hoy puedes beber
Y al poco tiempo quizá
Vuelva de nuevo tu sed.
De no hacerlo morirás.
La felicidad es el agua cristalina
Nacida de la madre tierra,
Es la arteria de la vida
Para alcanzar nuestras metas.
¡El vendedor…! ¡El vendedor…!
-¿Qué vende usted buen señor?
-Lo que no cabe en la mano
Y sí en la imaginación.
¿Cuál es su punto de mira?
-Un horizonte de amor,
Perdí el rumbo de mi vida
Y sólo tengo una ilusión.
La gente adora a lo bello
Y yo sufrí su mutación,
En mi rostro está el reflejo
De la fealdad y horror.
-Quien te vea de esa manera
Cual grave será su error,
Pues la verdadera belleza
Se lleva en el interior.
¡Cuántas magnas riquezas
Guardaron en un arcón,
Y el tiempo que es la trastienda
Su madera apolilló?
-¿Y dónde estará ese hombre
Que indague en mi corazón,
Y evite así esta hecatombe
Que se abate en mi interior?
-En la Tierra no lo busques
Y en el cielo sólo a Dios.
Él ama a todos los hombres
Sin ninguna distinción,
Igual a ricos
que a pobres,
Al que es guapo y al que no.
-Luego entonces, ¿Qué me queda?
Tu orgullo
y mi bendición,
No dejes te hagan estera
Porque vales un doblón.
¡El vendedor…! ¡El vendedor!
-Mira ahí se acerca uno
Candidato
a comprador,
Vive solo en esta vida,
Su esposa se le fugó,
Y los dos hijos que tuvo
En la guerra los perdió.
-¡EL vendedor…! ¡El vendedor…!
-Extraño vendedor sin tenderete.
-Yo le vendo una ilusión.
-Difícil lo tiene usted
Mi alma rebosa de dolor.
Primero fue mi mujer
La que un día me traicionó
Se marchó con no sé quien
Mucho más joven que yo.
Más aún tenía el consuelo
De dos hijos primorosos
Y se me los llevó el cielo
En un combate espantoso.
Mi Benjamín de la casa,
El que más duelo me hacía,
Se interpuso en el camino
De una bala perdida.
Y se le incrustó en el pecho
Y en mi alma yo diría,
Más pronunció estas palabras
En su última agonía:
-“Cuanto siento que sea así
Esta fatal despedida,
Sin abrazar a mis padres
Y a mi novia querida,
La guerra para mí acaba,
Yo que ya en casa veía,
Mi dicha quedó enterrada
Por esta bala suicida”
Las desgracias no vienen solas
Pues mi hijo mayor también
Murió a causa de una mina
La cual, pisó sin querer.
Y por si eso fuera poco
En un frío atardecer
Me quedé sólo en el mundo
Al dejarme mi mujer.
Ya no me queda ilusión,
Soy el rey de las desdichas,
Por más claro que esté el cielo
Todo oscuro ve mi vista.
Clavadas llevo en el alma
Estas crueles espinas,
Navegando por mí sangre
Como un barco a la deriva.
Ante esta tempestad,
No hay humano que resista,
No encuentro ningún sentido,
La ilusión tengo rendida.
No creo haya un consuelo
Ni una ilusión que me asista,
Que sea capaz de suplir
Lo que he perdido en la vida.
¿Qué ilusión puede aliviarme
De esta vida tormentosa,
Si no hay nadie
con mi sangre
Y vacía está mi alcoba?
-La ilusión del lo bien hecho,
Pues quien murió por la causa
Vive en perenne recuerdo
Con la gloria de su patria.
¡El vendedor…! ¡El vendedor…!
-
A ver que
nos dice este joven
-
Que tiene
posición social,
Y posee ciertos dones
Que facilita el conquistar.
-Hay una moza en el pueblo
Que yo deseo a rabiar;
Pero apenas me le acerco
Siempre calabazas da.
Mi ilusión es que me acepte
Siempre habré de respetar,
Haré el futuro presente
Con la unión matrimonial.
Todo que flamea no es oro,
Hasta el más sagrado altar,
Por grande sea su tesoro
Siempre algo ha de faltar.
-Las ánforas del amor
En la vida estarán llenas,
Pues no quiso el Hacedor
Colocarles tapaderas.
Para evitar conformismos
Si el amor no se cultiva,
Caerá en el negro abismo
Donde todo difumina.
Que no decaigan tus ánimos
Alimenta la ilusión,
Que están propensos los astros
A ayudarte en el amor.
¡El vendedor…! ¡El vendedor…!
-¡Oiga! ¿Vende caramelos?
-Yo sólo vendo ilusión,
-Pues si me llega el dinero
Quisiera hacerme mayor
-¡Qué cosa tienes pequeño,
Si ahora estás en lo mejor!
Eximido de problemas
Y cual esplendorosa flor.
-Es que mi madre está enferma
Necesita atención médica,
Y quisiera crecer pronto
Para vitar que se muera.
Así podría ganar dinero
Realizando un trabajo,
Y pagaría las recetas
Que nos han aconsejado.
-La mejor receta sería
Que estuvieses a su lado,
Dándole amor y compañía,
Así arreglarás su estado.
-¡Oiga! ¿Y lo de hacerme adulto?
-Tú, ya lo eres muchacho,
Otros hay que bien conozco
Viviendo en continuo letargo.
No te adelantes al tiempo,
Que el que corre demasiado
Se hace muy pronto viejo
Y acostumbra a ir tropezando.
¿Cómo dijiste te llamas?
-No lo he dicho, soy Pablo.
-Pablo, ve corriendo a casa
Y da a tu madre un abrazo.
Dile que al vendedor de la plaza
Una ilusión le has comprado.
¡El vendedor…! ¡El vendedor…!
-La señora Concepción
Buena dosis necesita,
De ánimo e ilusión
Parece una flor marchita.
Hace poco le acaeció
Una desgracia proscrita,
De sus hijos el menor
Quiso triunfar en la vida,
Y la vida le aplastó
Con su losa de insidia.
¡El vendedor…! ¡El vendedor…!
-¿Qué vende que sea eficaz
Contra el dolor que corroe,
Que de manera vivaz
Extingue mis ilusiones?
-Yo vendo una ilusión
Para arrancarle un suspiro,
De dentro del corazón
Y tengas sueños divinos.
Quien reta
a la vida
La vida se le revela,
Ante una mano extendida
Esta sociedad cruenta,
Suele pagar con espinas
Por el morbo que sustenta.
Del árbol que está abatido
Pronto de él hacen leña,
Su llama no cae en el olvido
Ni su humo que se eleva
Hasta abrazar a los cirros
Que dan acceso a las puertas
Del cielo extenso y límpido
Fuente de toda pureza.
Una muerte por desidia
Ha de servir como ejemplo
Para que nos de vergüenza,
Y no se repita el hecho
En esta sociedad siniestra.
¡El vendedor….! ¡El vendedor…!
-Mira ya salen de la novena!
Sin duda quela señora Leonor
Alguna ilusión quisiera.
-El vendedor…! ¡El vendedor!
-¿Qué vendes joven altivo
Que con fuerte voz pregonas,
En estas horas de hastío
Cuando el crepúsculo asoma?
-Ilusiones a raudales
A quien se halle en zozobras,
Y vea tardes sepulcrales
Cuajadas de negras sombras.
-¡Ay, joven si tú supieras!
Yo vi el resplandor un día
En que me casé a ciegas
Con el hombre que quería.
Con él yo quería vivir
Hasta hacerme de muy vieja,
Y ahora sólo deseo morir
Por quitarme esta cadenas.
Las reumas y la artrosis,
Los dos pueden con mis piernas,
Que sufren su metamorfosis
Y ya son dos cañas secas.
Mi ilusión es de morir pronto
Para hallar descanso eterno,
Vivir así es de locos
Pues arrastro un cuerpo muerto.
-Ante la ilusión por la muerte
No puedo poner remedio,
Ya que esta está presente
Desde el día en que nacemos.
A todos a de llegar
Y a muchos sin pretenderlo,
Pues la guadaña mortal
Flota en el propio aliento.
Sólo Dios sabe la hora
De ese suspiro final,
Y no cabe la demora
Ni el reloj adelantar.
Epílogo
A quien falte la ilusión
O algo que se le asemeje
Que se acerque a quien la teje
Que él le dará solución.
No quepa equivocación
Que a quien le corta un esqueje
De duda, se le despeje
Y sirva su aclaración.
Que Dios guarde al vendedor
Y prevalezca su enfoque
En el vasto derredor.
Jamás habrá un perdedor
Mientras no haya alguien que troque
La dicha de un vencedor.
***
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