domingo, 10 de febrero de 2019

El vendedor de ilusiones


El vendedor de ilusiones


  


-¡El vendedor…! ¡El vendedor…!

-¿Qué es lo que vendes amigo?

-Soy vendedor de ilusiones.

-¿Quién no tiene o ha tenido?

-Sí. Muchos hay que las tuvieron;

 Y años después la han perdido.

-¿Y qué cobra por ellas?

-Depende siempre del tipo:

Tengo ilusiones de amor,

De amistad o de cariño.

-¿También de paz y sosiego?

-Con otros y consigo mismo.

-¿Quién crees te puede comprar

Algo que no se puede tocar?

-Tampoco se puede medir

Ni pesar, ni aquilatar...

Pero eso no quiere decir

Que no tenga un valor real.

-¿Cuál es el precio de una amistad?

-Un suspiro.

-¿Cuál el de la felicidad?

-Un sueño.

-Pues yo, suspiro y tengo sueños

Y no tengo ni amistad ni felicidad.

-Entonces es que estás ciego

O enajenado mental.

-Ciego no, porque veo

Y me creo bastante cuerdo.

-Eres ciego de bondad

Y tus sueños son pequeños,

Al no ver la realidad

De la llama de tu infierno.

Hay que aprender a soñar

Con lo sublime y lo bello,

Para quitarte el mal moral

Que encierras dentro del cuerpo.

De momento para empezar

Piensa en el aire que respiras,

Que siendo necesario

Y vital para la vida,

Se te escapan de las manos

Sus finísimas partículas.

No lo puedes atrapar;

Mas no quiere decir que no exista.

O piensa en un manantial

De aguas cristalinas

Fluyendo sin cesar.

Así, fluye la vida.

Su agua hoy puedes beber

Y al poco tiempo quizá

Vuelva de nuevo tu sed.

De no hacerlo morirás.

La felicidad es el agua cristalina

Nacida de la madre tierra,

Es la arteria de la vida

Para alcanzar nuestras metas.

¡El vendedor…! ¡El vendedor…!
 

-¿Qué vende usted buen señor?

-Lo que no cabe en la mano

Y sí en la imaginación.

¿Cuál es su punto de mira?

-Un horizonte de amor,

Perdí el rumbo de mi vida

Y sólo tengo una ilusión.

La gente adora a lo bello

Y yo sufrí su mutación,

En mi rostro está el reflejo

De la fealdad y horror.

-Quien te vea de esa manera

Cual grave será su error,

Pues la verdadera belleza

Se lleva en el interior.

¡Cuántas magnas riquezas

Guardaron en un arcón,

Y el tiempo que es la trastienda

Su madera apolilló?

-¿Y dónde estará ese hombre

Que indague en mi corazón,

Y evite así esta hecatombe

Que se abate en mi interior?

-En la Tierra no lo busques

Y en el cielo sólo a Dios.

Él ama a todos los hombres

Sin ninguna distinción,

Igual a ricos  que a pobres,

Al que es guapo y al que no.

-Luego entonces, ¿Qué me queda?

 Tu orgullo y mi bendición,

No dejes te hagan estera

Porque vales un doblón.

¡El vendedor…! ¡El vendedor!

-Mira ahí se acerca uno

 Candidato a comprador,

Vive solo en esta vida,

Su esposa se le fugó,

Y los dos hijos que tuvo

En la guerra los perdió.

-¡EL vendedor…! ¡El vendedor…!

-Extraño vendedor sin tenderete.

-Yo le vendo una ilusión.

-Difícil lo tiene usted

Mi alma rebosa de dolor.

Primero fue mi mujer

La que un día me traicionó

Se marchó con no sé quien

Mucho más joven que yo.

Más aún tenía el consuelo

De dos hijos primorosos

Y se me los llevó el cielo

En un combate espantoso.

Mi Benjamín de la casa,

El que más duelo me hacía,

Se interpuso en el camino

De una bala perdida.

Y se le incrustó en el pecho

Y en mi alma yo diría,

Más pronunció estas palabras

En su última agonía:

-“Cuanto siento que sea así

Esta fatal despedida,

Sin abrazar a mis padres

Y a mi novia querida,

La guerra para mí acaba,

Yo que ya en casa veía,

Mi dicha quedó enterrada

Por esta bala suicida”

Las desgracias no vienen solas

Pues mi hijo mayor también

Murió a causa de una mina

La cual, pisó sin querer.

Y por si eso fuera poco

En un frío atardecer

Me quedé sólo en el mundo

Al dejarme mi mujer.

Ya no me queda ilusión,

Soy el rey de las desdichas,

Por más claro que esté el cielo

Todo oscuro ve mi vista.

Clavadas llevo en el alma

Estas crueles espinas,

Navegando por mí sangre

Como un barco a la deriva.

Ante esta tempestad,

No hay humano que resista,

No encuentro ningún sentido,

La ilusión tengo rendida.

No creo haya un consuelo

Ni una ilusión que me asista,

Que sea capaz de suplir

Lo que he perdido en la vida.

¿Qué ilusión puede aliviarme

De esta vida tormentosa,

Si no hay nadie  con mi sangre

Y vacía está mi alcoba?

-La ilusión del lo bien hecho,

Pues quien murió por la causa

Vive en perenne recuerdo

Con la gloria de su patria.

¡El vendedor…! ¡El vendedor…!

-         A ver que nos dice este joven

-         Que tiene posición social,

Y posee ciertos dones

Que facilita el conquistar.

-Hay una moza en el pueblo

Que yo deseo a rabiar;

Pero apenas me le acerco

Siempre calabazas da.

Mi ilusión es que me acepte

Siempre habré de respetar,

Haré el futuro presente

Con la unión matrimonial.

Todo que flamea no es oro,

Hasta el más sagrado altar,

Por grande sea su tesoro

Siempre algo ha de faltar.

-Las ánforas del amor

En la vida estarán llenas,

Pues no quiso el Hacedor

Colocarles tapaderas.

Para evitar conformismos

Si el amor no se cultiva,

Caerá en el negro abismo

Donde todo difumina.

Que no decaigan tus ánimos

Alimenta la ilusión,

Que están propensos los astros

A ayudarte en el amor.

¡El vendedor…! ¡El vendedor…!

-¡Oiga! ¿Vende caramelos?

-Yo sólo vendo ilusión,

-Pues si me llega el dinero

Quisiera hacerme mayor

-¡Qué cosa tienes pequeño,

Si ahora estás en lo mejor!

Eximido de problemas

Y cual esplendorosa flor.

-Es que mi madre está enferma

Necesita atención médica,

Y quisiera crecer pronto

Para vitar que se muera.

Así podría ganar dinero

Realizando un trabajo,

Y pagaría las recetas

Que nos han aconsejado.

-La mejor receta sería

Que estuvieses a su lado,

Dándole amor y compañía,

Así arreglarás su estado.

-¡Oiga! ¿Y lo de hacerme adulto?

-Tú, ya lo eres muchacho,

Otros hay que bien conozco

Viviendo en continuo letargo.

No te adelantes al tiempo,

Que el que corre demasiado

Se hace muy pronto viejo

Y acostumbra a ir tropezando.

¿Cómo dijiste te llamas?

-No lo he dicho, soy Pablo.

-Pablo, ve corriendo a casa

Y da a tu madre un abrazo.

Dile que al vendedor de la plaza

Una ilusión le has comprado.

¡El vendedor…! ¡El vendedor…!

-La señora Concepción

Buena dosis necesita,

De ánimo e ilusión

Parece una flor marchita.

Hace poco le acaeció

Una desgracia proscrita,

De sus hijos el menor

Quiso triunfar en la vida,

Y la vida le aplastó

Con su losa de insidia.

¡El vendedor…! ¡El vendedor…!

-¿Qué vende que sea eficaz

Contra el dolor que corroe,

Que de manera vivaz

Extingue mis ilusiones?

-Yo vendo una ilusión

Para arrancarle un suspiro,

De dentro del corazón

Y tengas sueños divinos.

Quien reta  a la vida

La vida se le revela,

Ante una mano extendida

Esta sociedad cruenta,

Suele pagar con espinas

Por el morbo que sustenta.

Del árbol que está abatido

Pronto de él hacen leña,

Su llama no cae en el olvido

Ni su humo que se eleva

Hasta abrazar a los cirros

Que dan acceso a las puertas

Del cielo extenso y límpido

Fuente de toda pureza.

Una muerte por desidia

Ha de servir como ejemplo

Para que nos de vergüenza,

Y no se repita el hecho

En esta sociedad siniestra.

¡El vendedor….! ¡El vendedor…!

-Mira ya salen de la novena!

Sin duda quela señora Leonor

Alguna ilusión quisiera.

-El vendedor…! ¡El vendedor!

-¿Qué vendes joven altivo

Que con fuerte voz pregonas,

En estas horas de hastío

Cuando el crepúsculo asoma?

-Ilusiones a raudales

A quien se halle en zozobras,

Y vea tardes sepulcrales

Cuajadas de negras sombras.

-¡Ay, joven si tú supieras!

Yo vi el resplandor un día

En que me casé a ciegas

Con el hombre que quería.

Con él yo quería vivir

Hasta hacerme de muy vieja,

Y ahora sólo deseo morir

Por quitarme esta cadenas.

Las reumas y la artrosis,

Los dos pueden con mis piernas,

Que sufren su metamorfosis

Y ya son dos cañas secas.

Mi ilusión es de morir pronto

Para hallar descanso eterno,

Vivir así es de locos

Pues arrastro un cuerpo muerto.

-Ante la ilusión por la muerte

No puedo poner remedio,

Ya que esta está presente

Desde el día en que nacemos.

A todos a de llegar

 Y a muchos sin pretenderlo,

Pues la guadaña mortal

Flota en el propio aliento.

Sólo Dios sabe la hora

De ese suspiro final,

Y no cabe la demora

Ni el reloj adelantar.

 

Epílogo


 


A quien falte la ilusión

O algo que se le asemeje

Que se acerque a quien la teje

Que él le dará solución.
 

No quepa equivocación

Que a quien le corta un esqueje

De duda, se le despeje

Y sirva su aclaración.
 

Que Dios guarde al vendedor

Y prevalezca su enfoque

En el vasto derredor.
 

Jamás habrá un perdedor

Mientras no haya alguien que troque

La dicha de un vencedor.
***

 

 

 

 

 

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