SEGUIRE SOLITARIO MI CAMINO
Quiero sentir bajo mis pies anchos caminos,
que atraviesen campos llanos
sembrados de mies ondulantes,
cantando a pleno pulmón.
Avanzar a través de ellos con sencillez,
pues las verdades desconcertantes
se refugian en la claridad,
Estos, van a tientas
interpretando su propia melodía.
Es tanto lo que tengo que discurrir
y entresacar de lo ya hecho,
que, a veces, desearía
me llevase el diablo
Dado que cuando se cavila
con la verdad, esta nos abandona
y criba la viveza de los días
ahogando la cultura,
La conciencia es una garra
anclada en la oscuridad,
por lo que resulta harto difícil
continuar andando o saltando
por el camino real,
sino andando ciegamente,
En el miedo y el estremecimiento
quedará la sangre lacrada
con absoluta inquietud,
y la boca del viento
se llenará de embriaguez,
dejando su huella
con alegría melancólica,
tal si llevase una coraza
en la alegría de la esperanza.
Viejo surco este, cavado en la noche
con manos amoratadas
por el frío ambulante,
misterioso y palpable,
donde no hay ni un rincón
La vergüenza cierra los ojos en la oscuridad
y saluda asustada
con almibarada amabilidad,
dado que la vergüenza,
está a mitad de camino
Quizás los largos pasos se me hayan subido ya
a mi atolondrada cabeza,
y el fanal aritmético de la distancia
descalifique con media hora de retraso.
Uno está indefenso ante estas cosas;
Pero no hay ninguna razón para llorar,
pese a ir a volteretas por el circo de la vida.

Algo ha terminado, lo percibo,
o tal vez sea el comienzo
de una nueva caminata.
Son palabras sin sentido,
pero tengo que continuar
en la búsqueda de las palabras
para expresar lo que siento,
pues mi barraca está en la mochila
¡Quién habrá visto tantas barracas
como yo en mis días!
La vida es un infierno donde existe poesía.
¡Si! es una embriaguez oscura que el viento lleva
y sonríe de manera humana,
consciente de que todas las personas
pasarán delante de él
portando su cruz sobre la espalda,
para llegar a la realidad del miedo,
lejos de la oscuridad,
Caliente manta vegetal
que no desgasta al hombre,
aún cuando su estómago haga ruido,
por más que hurgue en las páginas
de estampadas ilustraciones,
pues ellas nos acercan a pasitos
pequeños a la gloria.
Por este principio, la libertad y la humanidad,
Nosotros, débiles mortales,
somos nubes que pasan delante del sol,
eclipsándolo sólo unos instantes.
Los días van pasando, uno se muere,
pero siempre se haya a mitad del camino
con los pies húmedos y llagados,
que parecen estar atravesados por cuchillos de fuego,
aunque eso sí, siempre dispuestos a pasear
por una verde arboleda en el agradable atardecer,
como otros tantos vagabundos
que andan por ahí como liebre que huye del zorro,
empujada a salirse fuera del sendero,
azorada por su prisa,
haciendo flamear su pequeño corazoncito,
hasta que desaparece dentro de su cielo.
Yo por ahora, seguiré solitario mi camino
hasta donde me lleve el corazón.
* * *
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