EL
DINAMITERO DE PUNTA CIRI
"Gigantes"
"Gigantes"
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uchos historiadores están convencidos
de que la Guerra Civil del 1.936 la perdió La República , como consecuencia de la incompetencia
en sus mandos militares. Descoordinación e inaptitud, que quedó de manifiesto
ya desde que se produjo la primera
batalla de Venancio, "mi padre". Pues una vez que estaban atrincherados, y cuando tocó la
hora de disparar a discreción, resultó que no les funcionaba a ninguno los fusiles, hasta que Venancio descubrió que
el calibre de la munición que portaba no correspondía a la del fusil, teniendo
en pleno fragor del combate que cambiarse o bien los fusiles o bien las balas
hasta lograr acertar. En esta ocasión, los fusiles eran mejicanos, y la
munición polaca o húngara, o al revés.
Por
eso, tras permanecer tres años defendiendo una causa que consideraba justa,
pero perder la guerra, fue declarado desafecto al régimen, y tras permanecer
algún tiempo limpiando la chatarra bélica en los fríos campos de Teruel y Burgos, fue
destinado a Punta Ciri. Allí estuvo ejerciendo de dinamitero, pues el dictador
Francisco Franco, estaba convencido de que Alemania, al mando de su dictador
Adolf Hitler. ganaría la guerra, Y Franco,
ordenó instalar unos emplazamientos artilleros al otro lado del estrecho de
Gibraltar, para de ese modo dominar la entrada de los barcos en el mar
Mediterráneo. (Quizá, viese de esa
forma su manera de contribuir con el
Firer, aparte de mandarles la división azul, dado que él antes le había enviado la legión cóndor, entre otras cosas para destruir Guernica.)
Toda
la dinamita que en aquella montaña se
utilizó, fue exclusivamente utilizada
por el extremeño Venancio "Mi padre", llegando a tener
tal reconocimiento por su labor, que era respetado en todas sus
decisiones o sugerencias, incluso por los altos mandos militares, los cuales en
más de alguna ocasión le ofrecieron de que después de que pasase todo aquello,
que se quedara con ellos como militar, de golpe lo hubieran ascendido a teniente (él era cabo furrier) Pero siempre
dijo que no, aferrándose a su
analfabetismo, dado que nunca pudo ir a la escuela, aunque dichos mandos
militares intentaron restarle importancia, diciendo que eso no era ningún
problema, que ellos le enseñarían a leer y escribir. Pero al igual que hizo
cuando le propusieron los maquis el tirarse al monte, para seguir luchando,
dijo que no (cosa de la cual se arrepentiría toda su vida, pues de militar al
menos, hubiese tenido un sueldo seguro.) Que la noche anterior había oído croar a las
ranas no muy lejos de allí y les proponía ir a coger varias docenas, no le
decían que no, entonces iba y se las preparaba. Por tanto tenía cierta libertad
de movimientos. Más un día, recibió una carta con la trágica noticia de que su
primogénito estaba muy enfermo. ¡Tenía un hijo y todavía no lo conocía! La
tristeza se reflejó en su rostro, por lo cual no pasó mucho tiempo
desapercibido por los altos mandos. Y al ser preguntado y explicarles lo que
pasaba, enseguida se ofrecieron para darle un salvoconducto y los billetes
necesarios para volver a la península para poder conocerlo. Luego, lógicamente
debía volver.
Desgraciadamente,
cuando llegó al pueblo, su hijo había fallecido, (algunos allegados, pensaron
que de hambre.)
Aquel caso fue único e impensable que,
eso, hubiese podido suceder en esos tiempos.
“¿Se
imaginan a un judío en los campos de exterminio nazis, que le dieran un
salvoconducto, para poderse ir con la condición de volver después?
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