FANAL TÉTRICO
DE
ESTA PATRIA
Ando
en medio de un mar espinoso
consumiéndome
en la pirámide del piélago,
lluvia
purulenta,
como un muñeco calcinado en la brusca ceniza.
Las
páginas de mis ojos van pasando
respirando
la envidia inhumana
que
tiembla ante las fauces abiertas de este abismo,
donde
se arrodilla la flor más secreta.
El
hombre, matando la luz diurna
estruja
las mañanas con hedor a cacerías
y
a sangre putrefacta.
El
hilo del silencio
se
consume por decreto,
selva
sin fin que amalgama el crepúsculo
con
su viento arenoso.
Desnudos
en su madriguera de acero
los negros paquidermos ondean banderas rojas
después de conquistar el canto de las estrellas si brillo,
con paso lento pero firme,
con la dureza de los pedernales del
planeta.
Pisotean el orden del silencio
y abrasan la aurora del día,
sortilegio del amor terrenal.
Veo volar al cuervo anoréxico
con su traje oscuro, y me hace daño,
como el salvaje escorpión
aguijonea las cartas de mi hado
con su
tétrico lenguaje de nívea espuma.
Poemas sencillos donde germinó el amor
tras roer el diccionario de los
tugurios
donde la transparencia de las piedras
embriagan la felicidad metafísica
que ahoga los discursos místicos de
mis versos.
No exagero si digo que esos poemas
abrasan mis arrugados ojos,
como el labriego muestra la señal de
sus cadenas
con el astil doblado por la fuerza
de sus poderosas manos de bronce.
Estoy demasiado amarillo
en la ribera devorante de este río de
nitrato,
donde se comercia con los huesos
despedazados.
Desterrados silencios descienden de la
luna de piedra
mientras delira el panal de nieve de
mi destino.
Me falta la mitad de mi vida:
alegrías abortadas en la raíz de las
tinieblas
como el cólera de mano fría en el invierno,
donde el hermano lobo
entalla sus caninos en la alegría celeste,
corola de un crepúsculo vacío.
Allí donde se bebe el bálsamo de la nada,
el toro imperial de ojos de fuego, rumia el cereal,
agorero de la tierra,
efigie azul que
reconquista el trueno intacto.
Mi vestidura cristalina se humedece
en las raíces de la espiga inmadura
olvidando el Este escarlata de mi soledad.
Fluvial poeta que divide
el arrebol rosa
del alba fría.
Allí donde nace el ventisquero del mundo,
música volcánica que cubre el firmamento
mostrando las piedras puras de la esperanza.
El incorruptible canto de un ruiseñor almibarado
anida en el corazón de mi bandera púrpura
donde se deposita toda la poesía
en su sol azul, y danza
alrededor del río de jengibre
que me despertó
del sueño,
perlado de tinieblas patrióticas:
inflamadas guirnaldas, aleluyas infantiles ,
corona fluvial que abre el laberinto
inmenso de los páramos,
recorriendo a oscuras a la grupa de mi pasión.
Fanal tétrico que palpita
en la ovalada diadema de mirtos,
donde se enarbolan los húmedos estandartes del folklore
cubriendo los castos pezones de cuarzo,
pétalos de armiño que arden
en la magnolia selvática de esta patria.
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