domingo, 19 de febrero de 2023

El verde frescor de mi valle

 

El  frescor de mi valle



Rodeado de madreselvas, zorros y céfiros,

encadenado al perfume agridulce del romero,

y socorrido por las aguas argentadas

devoradas por peces que vencen los bravos torrentes,

lanza el guerrero crepúsculo el grito fecundo

cual ruiseñor solitario que descansa en la fronda.

Mientras, en la dormida charca

chapotean los batracios de espíritu indomable.

Ventiscas equinocciales humillan a las águilas,

a la vez que el volcán violeta de la aurora, extiende

sus alas como un vendaval de cereales dorados.

Bajo una catedral de pupilas centelleantes

se desviste la dicha del rocío

desafiando a la intemperie infinita.

Pongo mis brazos en tu cintura exigua,

estambre tropical, y cual cabellera de amor

te enredas en los secretos de la interminable

 primavera de tus ojos verdes.

Tus raíces escuchan el galopar del viento susurrante,

rompiendo el frío zafiro el silencio hueco

de los párpados de laurel ceniciento,

que taladra el recto surco vegetal,

formidable callejón de acero,

desnuda amapola de túnica azul

enterrada en la diadema de la tierra,

pesada rosa donde el rayo se inclina

hacia las mulas forestales del orgullo deshojado.

Tierra y prado, congregan a los sueños escondidos

en el imperio escarlata que entreteje

la estirpe del cárdeno relámpago.

 Los rudos y añosos hombres flotan sobre el cereal

que yace confundido bajo un cielo antiguo,

sembrado de arrolladoras sonrisas planas,

dorado sílice, donde sólo el golpe duro del azadón

despierta al trueno que presidió a tu formación,

espolvoreando todo el carmín del mundo

como un polen escarlata.

Confundido entre los verdes túneles de los madroñeros,

capaces de perforar el alfabeto vegetal de las sierras

verdaderas esmeraldas de la patria.

Húmeda bóveda donde el furtivo relámpago

llenó con sus furiosas manos

el mediodía de la tierra,

esperma de sol vertido

 en los bermejos labios de la poesía.

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