ALLÍ EN LA MADRE TIERRA
Quiero
morir tranquilo en un día claro,
quiero
hincarme de raíces en la tierra
y
que de los eriales de mi sangre broten nardos.
Tres
metros de tierra serán mi río,
tres
metros de ceniza mi impávido remanso.
Esa
será mi tumba, ese mi oscuro antro,
dos
metros de profundo por un metro de ancho.
Me
sentiré al fin libre de todos mis legados,
allí en la madre tierra,
fundido en tierno abrazo,
fermentará
mi sangre como el vino de antaño.
Se
pudrirán mis huesos con su divino aplauso
de
espaldas al vidrioso cielo, roto ya en mil pedazos,
donde
murió mi ensueño en su éter gravitando.
Y
esa flor mal parida que se negó a mis labios,
esa
flor espigada que al sol dejó eclipsado,
esa
flor que aún destila indiferencia y llanto.
En
las abominables esteras del silencio derrotado
sigue
lanzando sus etílicos dardos
con
el rudo dominio de los vientos y su aquilón amargo,
mirando
al cielo tiemblo como un trémulo pájaro
sellado
en la embriaguez de su último escenario.
Como
siente el otoño caer las hojas de los álamos
así
siento yo el galope arrogante del centauro,
ya
siento por mis venas sus elongados trancos,
ya
viene por el soto entonando sus cánticos.
La
madurez dorada, su zumo almibarado,
riberas
de azahar en fiestas de verano.
Un
hombre a veces canta para fingir su llanto,
así
lo hace el poeta y el hombre solitario.
* * *
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