EL ALARIDO VIVIENTE DE
LA CIVILIZACIÓN
En
esta ciudad ambigua
que
tritura el ardiente émbolo,
humos
delirantes se quiebran
en
las ebúrneas esquinas de los templos.
Perfiles
de escoria
ensartan
la esperanza hirviente
del
circo de la sencilla vida.
Arboles
y animales
abrasan
el hidrógeno de la esperanza
y
desaparecen en las quinielas de la noche.
Una
angelical gárgola
llora
con suspiros desprendidos
de
una llovizna civil,
tras
extinguirse en los átomos
de
las serviles armas que se alzaron
en
la catedral de la historia.
Aquí
yace en la estela de yelmos y espadas
junto
al lamento de madres
acuchilladas
cadenciosamente
por
el alarido viviente de la civilización.
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