Anhelos
No es preciso sembrar un rosal
Para clavarte una espina,
Pues yo una vez me pinché
Con las hojas de una encina.
Hay seis espinas doradas
Fundidas dentro la sangre,
Seis años viví en Quintana
Y eso, no lo ha de borrar nadie.
Las bellotas de mi tierra
Por donde quiera germinan,
En baldíos y dehesas,
En los valles y colinas.
Como si fuera una apuesta
A una respuesta sombría.
¿No es este Manuel Guerrero
El hijo de la canaria?
Canario lo fue mi abuelo
Por su prodigiosa garganta,
Orgulloso estoy del mote
Que va de abuelos a nietos.
¡Nunca llaman por el nombre
Es la costumbre del pueblo!
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