El
atardecer de la memoria
En el eterno atardecer de la memoria,
Recuerdo mi cuerpo lleno de neuronas
Volando hasta el vacío de las estrellas,
Como pedacitos de mi alma explosionada.
Y en la confusión de cada miércoles
Mi cuerpo se estremece tal si hecho chuletas
Alguien se dispusiera a hacerlas a la brasa,
Aunque no hace falta tanto trabajo para consumirme
Basta con empolvarme con polvos de olvido,
De esa manera el relámpago extenderá sus alas de carmín.
Todo se paraliza con el cloroformo del viento,
Mientras que el tembloroso dedo
Señala a la lágrima, testamento de la memoria,
De puerto sin mar, cielo sin nube.
El puente ya no cruza a ningún río
Y el amor dejó de existir en los ojos de la mujer
Ojos que danzan a ritmo de cobra
En tabernas oscuras y olor a meados.
El caballo que trotaba por las nubes
Ya no se oyen sus trancos;
Antes corría tras el viento
Bebiendo la sangre de los monstruos;
Pero la inocencia estalló a los veinte años
Incendiando todo los velámenes de su bajel;
Las flores mueren en las manos
Y el odio arroja su música hacia relojes
Dueños del silencio nocturno.
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