Sesenta
y seis avispas
Mi juventud se ve reflejada
En los besos del pasado,
En las penas que descubrieron mis ojos,
En el silencio del llanto,
Y en el despeñadero mundano
Donde se aviva la tristeza.
Mi juventud llora e inca de rodillas
Ante el altar del recuerdo,
Dejando las estelas de la inocencia
En bosques ya extintos.
A los sesenta y seis años,
Hurgo en la primavera,
Donde las flores temblaban a mi paso,
Y el cartero, transformado en viento
Tocaba mis labios de barro.
A los sesenta y seis años,
Me sonríe la arruga,
Y los semáforos se tiñen de carmín,
Siendo incapaz de esquivar dicha luz;
Porque no se puede vivir en libertad
Estando atado con cadenas de nostalgia,
Ni con genios que van colocando trampas.
Mi fuego ha sido extinguido
Por sesenta y seis tolmos de hielo,
El reloj del futuro se oxidó,
Y sus saetas se estancaron en mis rodillas.
El niño no me avisó de las avispas,
Ni del polvo que se filtra en las tumbas.
Las avispas son insectos hermosos
Cuando no te pican,
Pero a mí, me han picado
Sesenta y seis avispas de golpe.
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