El
banco de mi pueblo
Un banco,
Al lado de
una pared solariega,
Solitario permanece;
Acariciado por las primeras sombras
De nubes que
el viento mueve.
¿Pero es un banco si no cumple su cometido?
Un banco es para que alguien se siente,
Para tomar el sol o la sombra
Según dependa.
El banco no tiene ojos
El banco ni padece ni siente
Sólo lo hacen aquellos que lo ocupan;
Pues a veces,
El hombre se asusta,
Se intimida si es
constantemente observado,
Por estar sentado en un mentidero,
Donde las exageraciones
Se extienden hasta las estrellas.
Las miradas adolescentes no tienen límites
Llegan hasta el mar;
Y los niños,
Juegan con sus cochecitos de plástico
Haciendo carreras por sus pistas agrietadas;
El petirrojo usa lo alto del respaldo como mirador.
Cuando no está ocupado,
A su
alrededor todo duerme
Exceptuando los pequeños remolinos
Que hacen que
las hojas desprendidas
Giren sobre sí mismas.
El banco que me refiero por su edad,
Ya está siendo colonizado por termitas,
El petirrojo vuela y desaparece,
El niño, prefiere jugar con la tierra
Porque a su cochecito se le rompieron las ruedas
Y los amantes,
Prefieren pasear por las alamedas del río.
Más el banco se vuelve más atractivo
Al llegar la noche,
Pues es entonces
Cuando se vuelve observador y testigo.
Oye los besos sonoros
Y el roce de los traseros enamorados;
Aunque jamás dirá nada,
Es sólo un banco de madera,
Por lo tanto,
Pueden estar
seguros con él.
Es discreto,
O al menos lo es
El único banco que mi pueblo tiene.
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