viernes, 27 de enero de 2023

La maldición no fue morir

 

La maldición no fue morir



La vida, en ocasiones,

Luce su camisa de fuerza

Ahogando el destino.

El cálido atardecer del verano

Penetra en el esqueleto de la hoja,

Obligándola a mentir,

Cuando la ficción,

 Con sus ataduras convencionales

Se ve abordada por su realidad.

Y en esa cobardía,

Se presenta una  existencia que muestra sus ruinas

Junto a  la amargura de un edén

Roto en mil pedazos.

Se pretende complacer;

Pero la pena ahoga,

Y los ojos lloran sin lágrimas.

El sueño dorado

Se vuelve lúgubre

Haciendo desterrar el alma

Tras tomar la droga que hace alucinar.

El ayer queda liberado

Por estas prácticas de acoso y derribo.

La cicuta sabe a miel

Pues ya estamos pervertidos

Hasta el último centímetro.

La vida se enciende

Con ramas de incertidumbre,

Y la aliaga florida,

Muestra su espina más cruel.

Las alas del arcángel

Se queman en los cielos,

Siendo la belleza un espejismo,

Un sueño lubrico que cae en los abismos;

Lugar donde la rosa  azul

Es arrebatada por la nube juguetona,

 La cual, se mueve como un satélite gaseoso

En su ondulado firmamento.

El alma choca

Con la verborrea del hombre ardiente

Y con sus chispas,

Provoca lágrimas

Cayendo hasta el labio.

La voluptuosidad del amor

Perfora a la aurora;

Pero el aliento, sólo produce vaho

Y la pasión, embriaguez.

La existencia, cubre con su manto sombrío,

Todas las ilusiones pertenecientes al pasado,

Pues el futuro, no existe,

Cundo el bárbaro destino

Circunda las aureolas

Del cráneo de las fosas.

La maldición no fue morir,

Sino vivir pensando en la muerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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