La
reina de mis sueños
Pese a desprenderse la última hoja
Del árbol de mi amor;
Me muestro impasible,
Cansado por las danzas de mil monigotes,
Los cuales, imponen su voluntad
A los músculos de mi corazón.
Terminó el día con la batalla del sueño
Estrechamente ligado a tus ojos,
A tus saludos distantes y cada vez más fríos,
Porque la noche me robó
Las rosas de tu boca.
Mis ojos no encuentran el camino,
Las estrellas se encuentran más distantes,
Y mi fuego, se extingue con las lágrimas
Que ocultan la luminosa luz;
Pues el sol, abrasa mis ojos vidriosos,
Tornándose más grises, más ocres...
Aureola de un mundo
Que entrelazan los versos
Hasta rodearlos sobre mi cuello.
Soy hoja desvalida
Que desde la altura de su rama
Ve el suelo demasiado bajo;
Pero que espera en silencio
Para resolver su epílogo,
Cuya conciencia caprichosa
Causa pavor y asombro;
Una escudilla para recoger su última limosna,
Páginas amarillas envueltas sobre un corazón en sombras,
Las cuales, impiden mover los labios,
Alas de gaviotas sin plumas
Donde la pasión que prendía el cuerpo
Se esfuma con el concierto del atardecer.
La memoria se vuelve azul
Al contacto del viento,
Porque la hoja, con vuelo lento
Se aleja del cuerpo.
El bajel de la esperanza
Echó sus pesadas anclas
En un mar de piel y lamentos,
Hasta que al fin oye su propia voz.
Frágil susurro
En el plenilunio de su otoño,
Un otoño que pierde sus límites
En las mejillas del horizonte,
Donde las pasiones
Confluyen con los latidos del corazón.
Los besos amorosos
Se alzan por encima de los árboles.
Porque el hombre,
Vive muy por encima de las torres almenadas;
El rojo crepúsculo,
Enfría la sangre de la orgullosa alondra,
Capitana de los pájaros,
Generala de los trigos,
Y reina de
todo mis sueños.
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