El
niño y el ángel
De niño,
Arropé en mis brazos a un ángel,
Lo mantuve arropado durante mucho tiempo,
El ángel me daba su compasión
Y a la vez,
Me protegía con sus alas puras.
Más llegó un momento
En que ya no bastaba con un ángel del cielo
Y busqué un ángel terrestre,
Dejando desplazado al ángel del cielo.
Entraron en juego las pasiones
Y la sed por beber de aquellas cosas
Que no había probado.
Probé de los fluidos del atardecer
Con sus néctares escarlatas
Y absorbí hasta la última gota
De los placeres mundanos,
Rodeado de ángeles con alas negras
Portadoras de la desvergüenza,
Hundiéndome en los barrizales
Originados por las lluvias de la noche.
Quería ser como los demás,
Sin imaginar que aquel cielo
Se había convertido en un infierno.
Las semillas del vino
Brotaron hasta convertirse en botellas,
Cuyo brillo, sólo iluminaba mi boca.
El alma color nieve
Había tornado a
negra, como los secretos,
Los cuales, desfilaban
Como un enjambre de avispas
Danzando alrededor de mi cuello,
Como la soga rodea al condenado a la horca,
Pues hasta los ángeles
Se les puede helar la sonrisa.
Fue entonces cuando descubrí
Que todos los ángeles
Se habían vuelto contra mí,
Ya no podían venir en mi auxilio
Sino que venían para señalarme.
Todo fue por culpa de la noche
Dejando al corazón solitario.
El aire aprisiona dolorosamente
Y las estrellas, parecen ojos de víboras
Capaces de matar cualquier esperanza.
Las malas influencias fueron venenos,
Cofradías de envidias
Saciadas por su naturaleza exhausta.
Ya nadie escucha las voces de mi corazón,
Y las magnolias permanecen en silencio.
A veces, el destino muere joven
Lapidando así al espíritu humano.
Las relaciones aletean por el espacio
Y el trueno estalla en las manos abiertas.
Es inútil amordazar
a los secretos,
Estos, están arrastrados por la pena desbordada,
Y la sonrisa cósmica,
Se hace patente en el rostro
Donde cada vena colorea,
Y hace que permanezcamos vivos;
Bebiendo de la espuma
De un mundo anárquico,
Que se pudre en la aurora.
El oro del sol desaparece
Y sólo quedan tinieblas
En lo que antes era paraíso.
El corazón envejece
Por más que intentemos maquillarlo,
Las plumas de la libertad se desprenden de sus alas
Cayendo víctimas de su orgullo.
El alma ya no tiene visiones
Y lánguida, hace agachar la cabeza
Como el girasol lo hace en la tarde.
Ahora deseo que el ángel que de niño abracé
Sea quien
me abrace con sus alas;
Pero eso, temo que es imposible,
Porque ya es imposible
Volver a ser otra vez niño.
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