La
música del corazón
La música
Se encuentra
entre las ramas,
Basta con la vibración
De una tela de araña.
A veces la música
Es imperceptible
Para el oído humano,
Pues flaqueamos en este sentido;
Por eso, para la mayoría,
La música
tiene que oírse fuerte
Para ser escuchada.
La música,
Puede
hallarse en las pestañas,
En sus ligeros pestañeos;
Y con esa música
Intentamos que se nos escuche,
Que se perciban a través de ellos los sentimientos,
Bien sean de angustia,
De desesperación o de deseo.
Pero hay gente que al carecer
De esa extraordinaria sensibilidad
Lo malinterpretan.
Entienden que son nuestros ojos
Los que no pueden soportar su peso,
Quizás porque sienten vergüenza
E infravaloramos.
Queremos conquistar el mundo
Con la música de nuestros pestañeos;
Pero lamentablemente,
Nadie nos oye;
Más por el
contario,
Se nos ridiculiza y desprecian,
O en el mejor de los casos
Les somos indiferentes.
Dicen que la culpa es de nuestros ojos,
Cuando son a través
de ellos
Cuando se puede descubrir el alma.
Un alma quizás agotada
Por el solfeo
del llanto.
Continuamente nos ofrece su concierto;
Pero la tela de araña
Vibra insonora para la razón
Que no entiende que no tengamos otro instrumento
Capaz de propagar las notas del corazón.
Por eso el amor
Es ciego y
sordo,
Viendo sólo los destellos del oro
Y el vibrar materialista
De un fajo de billetes.
Sólo triunfan los que suenan fuerte;
Pero en esta vida,
Los jóvenes valientes y con fe
Son los que antes mueren.
Sólo el humilde pestañeo
Es fiel a su ideal,
El que más perdura,
Porque son los que surgen
Del manantial del alma;
Fuente inextinguible,
Aunque la mayoría se niegue a probarla.
Por eso, le digo a la chica que me dejó
Que no vio el movimiento de mis pestañas,
Que se precipitó,
Que buscó el bombo y platillos,
Que a la postre,
Son sonidos estridentes
Que enseguida cansan
Perturbando la paz y el espíritu.
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