sábado, 8 de diciembre de 2018

Ejea Villa Imperial


Ejea de los Caballeros, Villa Imperial

 



Entre barrancos  horrendos,

Abajo un río que brama,

Curvados puentes de piedra

Salvan su lecho de plata.
 

La blanca luz de la luna

Pugnaba con la del río Arba.

La de la luna se henchía,

La del Arba eclosionaba,

Pues la luna poco dice,

No así su corriente brava.
 

Ni menos la muerte misma

Que siempre en yermo descansa.

¡Ay, si no zumbara el río!

¡Ay, si no cantara el Arba,

Fin pondría al señorío

De Ejea, noble y gallarda.

El cierzo de brisa fresca

Pasó batiendo sus alas,

Vino de un día de ocaso

Moviendo sus frescas ráfagas.

 


Un gallo cantó seis veces

Por el Cuco en la alborada,

Al ver a mil caballeros

Delante de sus murallas,

Con alazanes corceles,

De cola encrespada y larga.
 

Atronadores relinchos

Y cubiertos con gualdrapas.
 

Los aguerridos e hidalgos

Se prestan a la batalla,

El aire estremece y silba

Cuando blanden las espadas.
 

Santa María en lo alto

Palidecía y temblaba,

Dentro estaba el sarraceno

Con su luna enarbolada.
 

Tres días duró el asedio,

Tras batalla encarnizada,

El rey Alfonso Primero

La vio a sus pies postrada.
 

Se oyeron ciertos clamores,

Nadie supo quien gritaba,

Hasta que se dieron cuenta

Que eran susurros del Arba.

 

Porque la perla perdida

En sus sarracenas aguas,

De nuevo estaba en la orilla

Ya para siempre cristiana.

 

 

 
 

 
 

 

 

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