domingo, 30 de diciembre de 2018

La gran vicha "Gigantes"


LA GRAN VICHA

"gigantes"

 


E

n aquella época de posguerra, el  señor Francisco se ganaba la vida por mediación de  la caza, a veces  furtiva, que luego vendía como podía. Por lo general solían ser liebres,  conejos o perdices. Aunque también cazaba zorzales,  palomas torcaces  o ave frías, aprovechando que estas aves en sus  viajes migratorios hacia otras latitudes, generalmente pasaban por España.
Siempre al llegar el atardecer se sentaba en  la puerta de su cabaña para saludar a todos  los que por el camino pasaban, bien fuesen segadores, piconeros, o pastores que regresaban con sus rebaños a los apriscos. Aquella era una costumbre que ya se había convertido para él en un  hábito.
Un día colocando los lazos y sembrando las trampas, se le apareció una culebra. Era pequeña y le hizo gracia. Le  sujetó  la cabeza con un palo, pues hizo  ademán de morderle varias veces, y tras cogerla, la culebra se le enrollo en la muñeca, haciendo que probara su fuerza constrictora. La llevó cierto tiempo como si de una pulsera se tratase, hasta que al final, decidió meterla en un saco y llevársela para su cabaña donde la tendría como mascota. Primero  la tuvo en una caja de madera con red metálica donde solía poner a los gazapos que encontraba; pero cuando llegó el momento que ya casi no cabía, se vio en la obligación de cambiarla hasta una habitación anexa  a donde él dormía. Allí  la soltó y cada día daba de comer las tripas y sobras de carnes de los animales que cazaba. La culebra crecía con generosidad, estaba muy bien alimentada. Pero era tal su voracidad, que lo que en un principio sólo eran las sobras, acabó por tener que mantenerla con presas enteras, cosa que no le importó, dada la súper abundancia de conejos. (Todavía no había entrado en la escena cinegética la devastadora  mixomatosis) Sin olvidar, que los romanos a España la llamaron "Spaniem"  que significa "tierra de conejos" Francisco,staba tan orgulloso de su culebra que con aquellas personas que tenía más confianza, incluso se la enseñaba para presumir de ella. Pues cada año, y con cada muda de piel, ésta, era más reluciente y tersa.

-Cierto día, que  se encontraba tomando el sol; pasó el pescador Venancio, y al reconocerlo le llamó:- ¡Venancio…! ¿Qué clase de peces llevas hoy?
-Bogas y varios kilos de colmillos.
-¿Qué te parece si te cambio dos liebres por un kilo de colmillos?—preguntó Francisco.
- Por mí  muy bien.- contestó. Venancio.
-Pues venga, acércate—le animó.
Una vez realizado el intercambio le preguntó Francisco: - ¿Ya has visto alguna vez a mi culebra?
-La tuya no, ¡pero deja!…, que bastantes saco ya todos los días de la manga de pescar.
-Pero como ésta, seguro que no la  habrás  visto nunca.  Mira, ven.-le insistió.
-¡Madre mía!- exclamó Venancio.- ¡Esta vicha es gigante! Algún día como te descuides igual se te traga—le advirtió.
- ¡Bah!, la tengo amaestrada. No ves que la cogí  de pequeña.-contestó.
-Yo de esa vicha no me fiaría ni un pelo.- le indico Venancio.- y menos siendo ya del tamaño  y grosor de un madero.
-Eso es que está muy bien cuidada.-dijo presumiendo.
Un mes más tarde, al pasar por la puerta, se extrañó  Venancio, de no ver a Francisco, tomando los últimos rayos del crepúsculo. Al día siguiente lo mismo,  y al otro…, y al otro….
-¡Qué raro de no ver últimamente a Francisco tomando el sol!—se dijo.
 Estaba con estas cavilaciones cuando pasó el cabrero, el cual también estaba extrañado de no verlo  en los últimos días, de modo que decidieron  el ir juntos para averiguar  si es que estaba enfermo o le pasaba algo.
Llamaron en la puerta, y tras varios intentos sin oír contestación,  abrieron el pestillo interior metiendo la mano por  el postigo de la   puerta y entraron.
Francisco no estaba, y en su habitación sólo había un par de zapatos retorcidos y babosos. Quien sí que estaba era la enorme vicha, medio adormilada, como cuando hacen la digestión.
Tras dar parte de su desaparición a las autoridades competentes, inmediatamente se procedió  a su búsqueda, en un radio de  varias leguas alrededor de la cabaña donde vivía; pero la búsqueda resultó infructuosa.
Algunos pensaron que si se habría ido a America junto a un tío que tenía allí. Otros, que quizá sufriese algún desmayo o una desgracia, y las mismas alimañas serían las encargadas de esparcir su cadáver por los montes. Pero eran muchos  los que pensaron, que Francisco, posiblemente cayese enfermo, y al no poder ir a cazar, despertó los instintos de la vicha, que hambrienta,   se lo tragó entero.

Según cuentan, poco después abrieron la puerta donde se encontraba la vicha y la dejaron a su libre albedrío. Y por aquella época, cuando algún niño se alejaba más de la cuenta de la aldea, siempre les decían: “No te alejes, no sea cosa que se te trague la vicha.”
“Los libros de record nos cuentan que, una vez una pitón africana que no pesaba más que 63 kg, se tragó un animal que pesaba 59kg. Que la serpiente más larga jamás medida fue una pitón reticulada de diez metros, y la más pesada una anaconda de 272kg.”
***
 

 

 

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