"gigantes"
E
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n aquella época de posguerra, el señor Francisco se ganaba la vida por
mediación de la caza, a veces furtiva, que luego vendía como podía. Por lo
general solían ser liebres, conejos o
perdices. Aunque también cazaba zorzales,
palomas torcaces o ave frías,
aprovechando que estas aves en sus viajes
migratorios hacia otras latitudes, generalmente pasaban por España.
Siempre
al llegar el atardecer se sentaba en la
puerta de su cabaña para saludar a todos
los que por el camino pasaban, bien fuesen segadores, piconeros, o
pastores que regresaban con sus rebaños a los apriscos. Aquella era una
costumbre que ya se había convertido para él en un hábito.
Un día
colocando los lazos y sembrando las trampas, se le apareció una culebra. Era
pequeña y le hizo gracia. Le sujetó la cabeza con un palo, pues hizo ademán de morderle varias veces, y tras
cogerla, la culebra se le enrollo en la muñeca, haciendo que probara su fuerza
constrictora. La llevó cierto tiempo como si de una pulsera se tratase, hasta
que al final, decidió meterla en un saco y llevársela para su cabaña donde la
tendría como mascota. Primero la tuvo en
una caja de madera con red metálica donde solía poner a los gazapos que
encontraba; pero cuando llegó el momento que ya casi no cabía, se vio en la
obligación de cambiarla hasta una habitación anexa a donde él dormía. Allí la soltó y cada día daba de comer las tripas y
sobras de carnes de los animales que cazaba. La culebra crecía con generosidad,
estaba muy bien alimentada. Pero era tal su voracidad, que lo que en un
principio sólo eran las sobras, acabó por tener que mantenerla con presas
enteras, cosa que no le importó, dada la súper abundancia de conejos. (Todavía
no había entrado en la escena cinegética la devastadora mixomatosis) Sin olvidar, que los romanos a España la llamaron "Spaniem" que significa "tierra de conejos" Francisco,staba tan orgulloso de su
culebra que con aquellas personas que tenía más confianza, incluso se la
enseñaba para presumir de ella. Pues cada año, y con cada muda de piel, ésta,
era más reluciente y tersa.
-Cierto
día, que se encontraba tomando el sol;
pasó el pescador Venancio, y al reconocerlo le llamó:- ¡Venancio…! ¿Qué clase
de peces llevas hoy?
-Bogas
y varios kilos de colmillos.
-¿Qué
te parece si te cambio dos liebres por un kilo de colmillos?—preguntó
Francisco.
- Por
mí muy bien.- contestó. Venancio.
-Pues
venga, acércate—le animó.
Una
vez realizado el intercambio le preguntó Francisco: - ¿Ya has visto alguna vez
a mi culebra?
-La
tuya no, ¡pero deja!…, que bastantes saco ya todos los días de la manga de pescar.
-Pero
como ésta, seguro que no la habrás visto nunca.
Mira, ven.-le insistió.
-¡Madre
mía!- exclamó Venancio.- ¡Esta vicha es gigante! Algún día como te descuides
igual se te traga—le advirtió.
- ¡Bah!,
la tengo amaestrada. No ves que la cogí de pequeña.-contestó.
-Yo de
esa vicha no me fiaría ni un pelo.- le indico Venancio.- y menos siendo ya del
tamaño y grosor de un madero.
-Eso
es que está muy bien cuidada.-dijo presumiendo.
Un mes
más tarde, al pasar por la puerta, se extrañó
Venancio, de no ver a Francisco, tomando los últimos rayos del crepúsculo.
Al día siguiente lo mismo, y al otro…, y
al otro….
-¡Qué
raro de no ver últimamente a Francisco tomando el sol!—se dijo.
Estaba con estas cavilaciones cuando pasó el
cabrero, el cual también estaba extrañado de no verlo en los últimos días, de modo que
decidieron el ir juntos para averiguar si es que estaba enfermo o le pasaba algo.
Llamaron
en la puerta, y tras varios intentos sin oír contestación, abrieron el pestillo interior metiendo la
mano por el postigo de la puerta
y entraron.
Francisco
no estaba, y en su habitación sólo había un par de zapatos retorcidos y
babosos. Quien sí que estaba era la enorme vicha, medio adormilada, como cuando
hacen la digestión.
Tras
dar parte de su desaparición a las autoridades competentes, inmediatamente se
procedió a su búsqueda, en un radio
de varias leguas alrededor de la cabaña
donde vivía; pero la búsqueda resultó infructuosa.
Algunos
pensaron que si se habría ido a America junto a un tío que tenía allí. Otros,
que quizá sufriese algún desmayo o una desgracia, y las mismas alimañas serían
las encargadas de esparcir su cadáver por los montes. Pero eran muchos los que pensaron, que Francisco, posiblemente
cayese enfermo, y al no poder ir a cazar, despertó los instintos de la vicha,
que hambrienta, se lo tragó entero.
Según
cuentan, poco después abrieron la puerta donde se encontraba la vicha y la
dejaron a su libre albedrío. Y por aquella época, cuando algún niño se alejaba
más de la cuenta de la aldea, siempre les decían: “No te alejes, no sea cosa
que se te trague la vicha.”
“Los
libros de record nos cuentan que, una vez una pitón africana que no pesaba más
que 63 kg ,
se tragó un animal que pesaba 59kg. Que la serpiente más larga jamás medida fue
una pitón reticulada de diez metros, y la más pesada una anaconda de 272kg.”
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