martes, 25 de diciembre de 2018

Confesiones de un tonto enamorado "relato"


CONFESIONES DE UN TONTO ENAMORADO

 


¡Cuánto me cuesta todo lo que hago caramba! Mi arma y bastión principal es la voluntad. Aunque pienso que jamás triunfaré,. Mas que nada por bonachón rayando a tonto, puesto que los que triunfan en la vida no son nada más que aquellos miserables que se lucran robando con guante blanco. Pero que tienen la suerte de jugar con la ventaja de las cartas marcadas. De no convertirme en uno de ellos, pasaré el resto de mis días inadvertido, sin el reconocimiento previo a una labor encomiable, empapada en el sudor agrio de la miseria. ¡Qué ruin se muestra la vida conmigo! Parece como si mi hado no existiese o siempre se hallase en el bando de los perdedores. ¡No sé que día se ha de volver la tortilla! Aunque lo veo todo tan sumamente negro que creo que eso jamás será posible. Ya puedo apuntar a donde quiera, que nunca acierto. Mientras a otros todo les viene como anillo al dedo.

A veces me pregunto: ¿y esto para qué? Si me va a dar igual que me esmere o no, por bordado que quede algo de lo que haga siempre han de ver en mí un borrón. ¡Será enrevesada y contrahecha esta vida mía! Mas mi yo de tonto me guía a hacer aquellas cosas sublimes de las que ninguna otra mente se paró a apreciar hasta el ínfimo detalle, porque para ellos debió de ser algo obvio y nunca hicieron hincapié en apostillar nada. Y precisamente por obvio yo me empeño en rizar el rizo más si cabe  y endulzar lo que ya es dulce, porque sin dulzor,  prevalecería sólo lo agrio y lo amargo, y para agrio y amargo bastante nos aporta ya la vida. Por eso me empeño en enmascararla con atuendos bonitos, para hacerla más grata, si no, apaga y vámonos, que aquí tan sólo somos aves de paso. Lo lamentable es que para salir de este paso e ir a ese otro sitio, antes hay que pasar por este desfiladero angosto, propenso a avalanchas y aludes, no de piedras o de nieve, sino de bofetadas y tropiezos con cactus, los cuales te envenenan la sangre con sus ponzoñosas espinas. ¿Y quién te las quita? Nadie, al revés, aún  ponen más zancadillas y obstáculos delante de tu trayectoria, de modo que esto parece una carrera de salto de vallas. Hambre, guerras, violaciones de derechos humanos, drogadicción, desempleo o empleo precario, que es el mal menor. Aunque bastante frecuente en esta sociedad contemporánea, aunque afortunado de aquel que tenga uno, sea cual sea su tipo de contrato, pues de lo contrario, ya te puedes poner a tocar la guitarra ante las puertas de un supermercado, y eso,  el que sepa tañerla, que a muchos veo yo de rodillas con la mano estirada con un cartelito colgado por el cuello explicando los motivos que a ello les empuja: desde “parado y con hijos” o simplemente “ estoy enfermo y tengo hambre”
 Hay quienes alegan que es mejor pedir que robar. Yo, la verdad, es que tengo serias dudas y cuestiono dichas afirmaciones en vista de los resultados que otros obtienen. Ahora eso sí, que roben a los ricos y  a los poderosos, porque quien roba a un pobre comete un doble delito. Yo no lo haría ni con unos ni con otros; Pero porque soy tonto, que es lo mismo que ser bueno, y mi yo se afana en que siga tal y como estoy, es decir, revolcándome en el fango de la ingratitud, no sólo de fines materiales, sino también espirituales, sobretodo amorosos, pues es el  altar del amor, por donde se quebró el eslabón de la felicidad.

Yo si estoy enamorado me olvido hasta de la comida y por lo tanto no paso hambre; Aunque ya lleve cuarenta días sin probar bocado.
Desde luego, donde se pongan unos labios ardientes de deseo, que se quite el más sabroso manjar. Donde esté el halago de una sonrisa iluminada de mujer que se quiten los destellos del oro o de valiosas gemas, pues comparado con su empírica hermosura son simples baratijas.


Esta noche tengo cena. El menú ya lo preparé de antemano. Empezará con una ración de besos de caviar, en los que muestran lenguas se trenzarán en retorcido abrazo, buscando afanosas la miel de romero, que libó una zumbeante abeja una reverberante primavera, hace dieciocho años.

A continuación le seguirá una ración de trocitos de pan de cielo, adornados estos con dos cerezas que serviré en los platos convexos de sus senos. Después de rebañar y lamer con mi ardiente lengua cien veces hasta hacerlos relucir cual joyel, me enjuagaré los labios con sus rubíes candentes, que harán palidecer a los fulgurantes destellos que irradia la luna nueva. Me embriagaré  de champagne en el hoyuelo de su henchido vientre, para a continuación perderme en el bosquecillo de ensortijados cabellos de ángel, donde mil mariposas entretejieron sus capullos de seda para configurar el arqueado puente de Venus, pilar maternal que gravita en natura. Heliotropo que recibe la cálida brisa del céfiro alado, donde el ensueño alado derrama  níveos placeres, haciendo engendrar vida. Esa vida que es sagrada y excelsa, y de la que perdurarán sus quilates mientras exista una Afrodita o simplemente una Eva.

Cuando me abata el sueño o la fatiga, usaré el blando lecho de su confortable pecho  cual edredón de plumas de albatros, y me dormiré acompasado por los susurros sublimes de su dorado corazón.
 

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