Reflexiónes en un atardecer
Yo no sé por qué se van las golondrinas.
Yo no sé por qué el hombre ha de emigrar,
Yo no sé por qué existe tanta codicia,
Yo no sé por qué en la tierra falta el pan.
Ni por qué con resplandecientes atardeceres
Uno tenga que malvivir en su querido país.
Me fastidia que existan tantos mercaderes
Con el trabajo honrado del pobre infeliz.
Pero sí sé una cosa. Lo que uno puede sentir
Porque en mis carnes magulladas tal vez
Me traiga recuerdos de un oscuro pasado
Cuando se comercializaba con la raza humana.
¡Sí, ya sé que aquello era la esclavitud lejana!
Para que otros tuvieran su vida holgada
Sin preocupaciones, nadando en la abundancia;
Pero ahora existe otra fielmente consagrada,
Esbozada, y ya por muchos hombres aceptada.
Claro está que, para permanecer en un rebaño
Se tenga que ser una dócil oveja;
Pero por más dócil que sea el rebaño
Nunca dejarán de ser pobres ovejas.
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