miércoles, 26 de diciembre de 2018

Lluvia de amor


Lluvia de amor.
 

Mi idolatrada María .Hoy te escribo ante la imposibilidad de hablarte. Quiero que sepas que, desde aquel día lluvioso en que sin querer súbitamente chocaron las puntas de nuestros paraguas, quedé fascinado de tus ojos. Nunca el laurel de los dioses tuvo tanto fulgor. Después de aquel día, has permanecido en mi mente como una filmina proyectada en la blanca pared. Esa mueca sonriente, ese ¡Oh perdona! Y esa rosa damascena que afloró a tu rostro por un instante, se han grabado en mi corazón con el perenne fuego del amor.
Los días van pasando; pero para mí desesperación, lejos de extinguirse ésta brasa que me abrasa el alma, permanece candente, y diría yo que restalla a cada latido de mi doliente corazón. Ya sé que para ti  a lo mejor aquello fue sólo un encuentro frugal, mas me invade la desesperación por no verte en persona, y expresarte todos los sentimientos de que sólo un poeta soñador y viajero del viento como yo, sería capaz de hacer.
Se acerca una fecha señalada, cuando los dorados dardos son certeros. Por eso, me he animado a escribirte y reflejar en un papel, aquello de lo que sin duda necesitaría de cien vidas para descifrarte todos los dones que sin duda, fruto del milagro de la fecundación, en ti se han forjado.
¡Qué ingrato se muestra el amor conmigo!  Cuando sólo un pestañeo tuyo, bastaría para dejarlo todo para ir a tu encuentro. ¡Ojala mañana salga lluvioso! Pues saldría con mi paraguas negro, y ojala hayas olvidado el tuyo, y sirva de ese modo el mío para guarecerte. Sé que a tu lado disfrutaría de cada décima de segundo, pues es tal mi embeleso, que dudo de si alguna diosa del Olimpo haya sido tan admirada y venerada a la vez, del modo que yo lo estoy haciendo contigo.
 
Es posible que esta carta, sólo sea papel mojado porque ya tengas otro amor. Pero el amor es libre y nadie podrá impedir que ame a quien deseo, que no es a otra que a la chica del paraguas con el color del arco iris.
Soy un náufrago en una isla de oprobio; pero si por alguna casualidad, te dignas a leer esta carta, sepas ¡Oh, mi virginal María! Que yo siempre permaneceré adorándote, y cada San Valentín servirá de excusa para recordártelo.

Tuyo y para siempre:   Manuel

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