La
rosa de la lujuriosa espina.
El tiempo se va vibrando entre mis
huesos,
vaciando mi médula insonora,
mientras juglares tiznados de hollín
tocan sus tambores de piel de toro.
Rodeado de herejes y chacales
veo el fulgor azul de la estampida,
cual inmenso río de legumbre humana,
tránsfugas desorientados
burlándose en la noche titilante
de la risa verde de las lechugas.
El pétreo fanal de blusa roja
yendo y viniendo por las espaldas del
pueblo,
succiona sus virginales pensamientos.
Nunca
de un trago se bebió tanto dolor,
la rosa de lujuriosa espina
degüella el jardín de la ilusión,
ensartándose en el cuello penitente
al compás que un viento enloquecido
arponeaba mi
sueño con nitroglicerina.
* * *
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