La ermita
Afloran
en las tejas
Por
los mohosos líquenes,
Verde-amarillas
lepras
Luciendo
cual candiles.
En
la ermita remota
Que
desplomó sus ábsides,
Ya
muchas están rotas
Y
algunas con hollines.
Templo
relegado al culto
Cuando
reinaban los condes,
Y
ahora sólo están tus muros
Delirando
en la hecatombe.
¡Cuántas
misas! ¡Cuántos rezos!
¡Cuántas
plegarias divinas!
Realizaron
en tu templo
Y
ahora, en ti sólo hay desidia.
Dunas
de estiércol y orines
Cubren
todos los rincones,
Pues
de redil le serviste
A algún ganadero innoble.
Allí
te dejó su rastro
Y
ya no volvió a limpiarte,
Por
más que se queje el grajo
Y
el viento aúlle pesares.
Ni
la paloma bravía
Que
hizo morada en tus huecos,
Se
libra de la cetrería
De
furtivos domingueros.
¡Y
es que no respetan nada!
Ni
siquiera tu silencio,
Ni
a tu alma devorada
Por
los trajines del tiempo.
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