viernes, 12 de abril de 2019

Infedilidades en el harén "tercera parte"





Infidelidades en el harén "
 
"Tercera parte"
 
 

 
 

 

Davian—Blen, desde donde se encontraba Veladir, caía muy distante, por lo que debería tener paciencia en llegar hasta la capital del reino de Mustafá el Terrible. Tarde o temprano lo haría, ya que todo en este mundo tiene un principio y un final y todo tiene sus determinados límites. Tan sólo tendría que viajar en dirección a donde nace el sol.
Por lo de joyas que aún le quedaban, bien podía Veladir  haber formado una expedición bien pertrechada de víveres y algo de escolta para su seguridad. Sin embargo había optado por iniciar el viaje de forma solitaria, quizá para no llamar demasiado la atención como así lo hacen los zorros del desierto cuando salen  de caza. Una gran caravana, siempre podía ser objeto codicioso para los asaltantes y bandoleros que por aquellas fechas proliferaban por doquier. Por tanto, al viajar de manera individual siempre podría camuflarse  más fácilmente ante un inminente peligro, cubriéndose si hacía falta de arena hasta las aletas de su nariz como lo hacen las víboras cornudas hasta que el inminente peligro pasase. Y uno de esos peligros eran las numerosas patrullas de reconocimiento que Mustafá el Terrible, tenía distribuidas por su ya vasto imperio, con el objeto de estar al corriente de posibles sublevaciones en las tribus nómadas  como consecuencias de los altos tributos a que continuamente estaban sometidos. No tenían más opciones, o pagar tributos  aunque fuesen altos o morir. Aunque ya, a más de alguno, le daba completamente igual  morir  de una manera u otra, puesto que por el camino que iban, habrían de hacerlo aunque fuese de manera más lenta y quién sabe si también, más horrible y dolorosa. De aquel hecho ya estaba puesto al corriente Veladir, por lo que cuando llegara el momento oportuno, echaría mano de ese recurso humano si fuese necesario.


En la lejanía divisó lo que le pareció ser un oasis. Cosa que se alegró tremendamente; pero el peligro de aquel oasis, puesto sobre el horizonte como una dulce golosina para sus fascinados ojos, también sabía que podría ser una trampa mortal, pues eran precisamente aquellos oasis donde con más recelos indagaban las patrullas de reconocimiento de Mustafá el Terrible, ya que en la mayoría de las veces, les resultaba más cómodo esperar a que llegasen hasta el los desperdigados nómadas para abrevar sus rebaños, que tener que buscarlos entre las abrasadoras dunas y de ese modo hacerles pagar un tributo por sofocar su sed.
No obstante, a  Veladir, no le quedaba otra que el de acercarse, entre otras cosas para averiguar por sí mismo lo que allí se cocía; pero lo haría con sigilo para evitar ser sorprendido por los hombres de Mustafá el Terrible, los cuales, siempre se distinguían por sus atuendos de color añil oscuro y por las llamativas plumas de avestruz que  lucían en la parte delantera de su turbantes.
A la media hora de trayecto, pudo distinguir  entre la exuberante vegetación algunas jaimas, que seguramente correspondían a las de Mustafá el Terrible, ya que como blasón lucían la cabeza de un chacal negro mordiendo lo que parecía ser una tórtola o una paloma torcaz.
El sol como un despiadado horno,  arrojaba sus inmisericordes lanzas oblicuas  sobre su cabeza, las cuales provocaban en su ser una sensación de atolondramiento y profundo ahogo. Eran ya muchas las horas las que Veladir  llevaba cabalgando a lomos de su caballo por nombre  “Viento” por lo que su espina dorsal protestaba por las molestias de tan agotador viaje.


Se apeó de su caballo y tras una duna,  decidió esperar a que el ave  del crepúsculo extendiese sus negras alas. Cuando empezaron a titilar las primeras estrellas se aproximó  a gatas hasta dicho oasis, el cual, permanecía iluminado por varias fogatas. Los validos de algunas cabras, encerradas en un recinto de palos y arbustos secos le indicaron que sería precisamente por allí  el lugar idóneo por donde poder investigar y ya de paso, si podía cruzarse con algún pastor, le pediría su colaboración para lograr sus propósito, abastecerse de agua y preguntar si aún caía demasiado lejos  la capital del Sultanato  “Davian-Blen.”
Un hombre de gruesas arrugas en su frente, curtidas por el viento y el sol, pasó a su lado, quizá venía de realizar sus necesidades fisiológicas en la base de alguna duna, y Veladir,  con una especie de mudo silbido llamó su atención.
Aquel hombre, en vez de asustarse, al ser llamado por alguien  camuflado tras unos arbustos y  que jamás antes había visto, posiblemente  pensó que de hacerlo de aquella súbita y singular manera, es porque al igual que él, también tenía algún tipo de temor, de modo que siguiendo con los dictados de su conciencia, encorvó su espalda y se acercó hasta Veladir, elcual,  descubrió la boca para ser entendido mejor. Pero lejos de ser él quien primero preguntara, fue aquel hombre de oscuro semblante quien se interesó de qué es lo que estaba haciendo allí.
Veladir, tras contarle en breve resumen de su noble procedencia,  lo que había sido de su vida y de sus actuales pretensiones que no eran otras que el echarse a la cara a Mustafá el Terrible, aquel hombre se quedó tremendamente fascinado, pues hacía mucho, mucho tiempo, que no tenía noticias de que pudiese haber alguien con la suficiente valentía como para  enfrentarse a dicho ser, considerado en aquellos momentos como la mano izquierda del diablo. Para a continuación contarle, también en breve resumen, de el por qué estaba allí, cuidando de un rebaño de cabras y algunos camellos después de haber sido usurpado por la fuerza de su trono, el cual, nunca sospechó que pudiera correr tal suerte después incluso de haber ofrecido a varias de sus hijas  para que formase parte del aren del Sultan Sahán Ven Arrid. Con el ánimo de aplacar sus deseos expansionistas. La última, la más pequeña llamada Gaisa, hacia escasamente seis lunas.
__Ella todavía desconoce la suerte de mi reino y quizá piense que todo merece la pena si mi reino, su reino, sigue en pie. Y el reino sigue, todavía no ha sido destruido; pero el precio que he tenido que pagar ha sido tan alto que no sé si todo mi esfuerzo habrá servido para algo.

_Yo le prometo a usted—dijo Veladir__. Por lo más sagrado que el cielo tiene, que si tengo ocasión de llegar hasta la capital del sultanato, mis esfuerzos primeros irán exclusivamente a  rescatar a su hija de las afiladas garras de ese chacal negro.
__Si tienes ocasión como dices, entrégale este anillo. Ella lo reconocerá y sabrá entonces que no le estás mintiendo. Yo continuaré por estos lugares, ya que ha sido este mi lugar destierro.
-¡Vaya, si que es curioso este anillo!
-Este anillo, tiene una curiosa historia que te voy a resumir.
Este anillo ,es el que la favorita del Sultán era distinguida con la posesión de la
 alianza. Las continuas ausencias del Sultán en sus campañas guerreras,
de caza u otros motivos podrían fácilmente dar pie a la infidelidad; Pero ningún
 hombre en su sano juicio pondría en juego su cabeza: el Sultán tiene ojos y oídos por doquier. Si su favorita, ignorante de las consecuencias, deseaba serle infiel, solo tenía un recurso: ocultar su identidad quitándose la alianza. Así encontraba su perdición, tan solo el Sultán era  poseedor del secreto de la joya. Solo él sabía hacer que aquellos aros, entrelazados en forma aparentemente caprichosa volviese a ser la alianza.
 
_Tú, debes entregárselo así, como te lo doy. Y una vez que se lo coloque e intente desprenderse de el, le será totalmente imposible volverlo a dejar como yo  te lo doy. Aunque ni que decir tiene que, mi hija sabe su significado porque yo en realidad soy...
-Usted fue  el Sultán  ¿No es así?
-Hasta las estrellas del cielo aparecen y desaparecen.
Veladir aceptó el anillo; pero ya que estaba allí, y como por algún lugar había que empezar a ejercer su venganza, estaba decidido a hacerlo con aquella patrulla, a la cual, uno a uno segaría sus vidas de una forma u otra. Total, pensó que, dos o tres docenas de hombres engreídos, no serían suficientes para compensar su agitado espíritu. El cual, estaba dispuesto si hiciese falta a quitar la vida a miles de estos viles esbirros para al final forjar su cometido que no era otro que el vengar la destrucción de su ciudad y sobretodo la muerte violenta de su querido padre. continuará...


 
 


 

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