Infidelidades en el harén "
"Tercera parte"
Davian—Blen,
desde donde se encontraba Veladir, caía muy distante, por lo que debería tener
paciencia en llegar hasta la capital del reino de Mustafá el Terrible. Tarde o
temprano lo haría, ya que todo en este mundo tiene un principio y un final y
todo tiene sus determinados límites. Tan sólo tendría que viajar en dirección a
donde nace el sol.
Por
lo de joyas que aún le quedaban, bien podía Veladir haber formado una expedición bien pertrechada
de víveres y algo de escolta para su seguridad. Sin embargo había optado por
iniciar el viaje de forma solitaria, quizá para no llamar demasiado la atención
como así lo hacen los zorros del desierto cuando salen de caza. Una gran caravana, siempre podía ser
objeto codicioso para los asaltantes y bandoleros que por aquellas fechas
proliferaban por doquier. Por tanto, al viajar de manera individual siempre
podría camuflarse más fácilmente ante un
inminente peligro, cubriéndose si hacía falta de arena hasta las aletas de su
nariz como lo hacen las víboras cornudas hasta que el inminente peligro pasase.
Y uno de esos peligros eran las numerosas patrullas de reconocimiento que
Mustafá el Terrible, tenía distribuidas por su ya vasto imperio, con el objeto
de estar al corriente de posibles sublevaciones en las tribus nómadas como consecuencias de los altos tributos a
que continuamente estaban sometidos. No tenían más opciones, o pagar tributos aunque fuesen altos o morir. Aunque ya, a más
de alguno, le daba completamente igual morir de una manera u otra, puesto que por el camino
que iban, habrían de hacerlo aunque fuese de manera más lenta y quién sabe si
también, más horrible y dolorosa. De aquel hecho ya estaba puesto al corriente
Veladir, por lo que cuando llegara el momento oportuno, echaría mano de ese
recurso humano si fuese necesario.
En
la lejanía divisó lo que le pareció ser un oasis. Cosa que se alegró
tremendamente; pero el peligro de aquel oasis, puesto sobre el horizonte como
una dulce golosina para sus fascinados ojos, también sabía que podría ser una
trampa mortal, pues eran precisamente aquellos oasis donde con más recelos
indagaban las patrullas de reconocimiento de Mustafá el Terrible, ya que en la
mayoría de las veces, les resultaba más cómodo esperar a que llegasen hasta el
los desperdigados nómadas para abrevar sus rebaños, que tener que buscarlos
entre las abrasadoras dunas y de ese modo hacerles pagar un tributo por sofocar
su sed.
No
obstante, a Veladir, no le quedaba otra
que el de acercarse, entre otras cosas para averiguar por sí mismo lo que allí
se cocía; pero lo haría con sigilo para evitar ser sorprendido por los hombres
de Mustafá el Terrible, los cuales, siempre se distinguían por sus atuendos de
color añil oscuro y por las llamativas plumas de avestruz que lucían en la parte delantera de su turbantes.
A
la media hora de trayecto, pudo distinguir
entre la exuberante vegetación algunas jaimas, que seguramente
correspondían a las de Mustafá el Terrible, ya que como blasón lucían la cabeza
de un chacal negro mordiendo lo que parecía ser una tórtola o una paloma
torcaz.
El
sol como un despiadado horno, arrojaba
sus inmisericordes lanzas oblicuas sobre
su cabeza, las cuales provocaban en su ser una sensación de atolondramiento y
profundo ahogo. Eran ya muchas las horas las que Veladir llevaba cabalgando a lomos de su caballo por
nombre “Viento” por lo que su espina
dorsal protestaba por las molestias de tan agotador viaje.
Se
apeó de su caballo y tras una duna,
decidió esperar a que el ave del
crepúsculo extendiese sus negras alas. Cuando empezaron a titilar las primeras
estrellas se aproximó a gatas hasta
dicho oasis, el cual, permanecía iluminado por varias fogatas. Los validos de
algunas cabras, encerradas en un recinto de palos y arbustos secos le indicaron
que sería precisamente por allí el lugar
idóneo por donde poder investigar y ya de paso, si podía cruzarse con algún
pastor, le pediría su colaboración para lograr sus propósito, abastecerse de
agua y preguntar si aún caía demasiado lejos la capital del Sultanato “Davian-Blen.”
Un
hombre de gruesas arrugas en su frente, curtidas por el viento y el sol, pasó a
su lado, quizá venía de realizar sus necesidades fisiológicas en la base de
alguna duna, y Veladir, con una especie
de mudo silbido llamó su atención.
Aquel
hombre, en vez de asustarse, al ser llamado por alguien camuflado tras unos arbustos y que jamás antes había visto,
posiblemente pensó que de hacerlo de
aquella súbita y singular manera, es porque al igual que él, también tenía
algún tipo de temor, de modo que siguiendo con los dictados de su conciencia,
encorvó su espalda y se acercó hasta Veladir, elcual, descubrió la boca para ser entendido mejor.
Pero lejos de ser él quien primero preguntara, fue aquel hombre de oscuro
semblante quien se interesó de qué es lo que estaba haciendo allí.
Veladir,
tras contarle en breve resumen de su noble procedencia, lo que había sido de su vida y de sus
actuales pretensiones que no eran otras que el echarse a la cara a Mustafá el
Terrible, aquel hombre se quedó tremendamente fascinado, pues hacía mucho,
mucho tiempo, que no tenía noticias de que pudiese haber alguien con la
suficiente valentía como para
enfrentarse a dicho ser, considerado en aquellos momentos como la mano
izquierda del diablo. Para a continuación contarle, también en breve resumen,
de el por qué estaba allí, cuidando de un rebaño de cabras y algunos camellos
después de haber sido usurpado por la fuerza de su trono, el cual, nunca sospechó
que pudiera correr tal suerte después incluso de haber ofrecido a varias de sus
hijas para que formase parte del aren del
Sultan Sahán Ven Arrid. Con el ánimo de aplacar sus deseos expansionistas. La
última, la más pequeña llamada Gaisa, hacia escasamente seis lunas.
__Ella
todavía desconoce la suerte de mi reino y quizá piense que todo merece la pena
si mi reino, su reino, sigue en pie. Y el reino sigue, todavía no ha sido
destruido; pero el precio que he tenido que pagar ha sido tan alto que no sé si
todo mi esfuerzo habrá servido para algo.
_Yo
le prometo a usted—dijo Veladir__. Por lo más sagrado que el cielo tiene, que
si tengo ocasión de llegar hasta la capital del sultanato, mis esfuerzos
primeros irán exclusivamente a rescatar
a su hija de las afiladas garras de ese chacal negro.
__Si
tienes ocasión como dices, entrégale este anillo. Ella lo reconocerá y sabrá
entonces que no le estás mintiendo. Yo continuaré por estos lugares, ya que ha
sido este mi lugar destierro.
-¡Vaya, si que es curioso este anillo!
-Este anillo, tiene una curiosa historia que te voy a resumir.
Este anillo ,es el que la favorita del Sultán era distinguida con la posesión de la
alianza. Las continuas ausencias del Sultán en sus campañas guerreras,
de caza u otros motivos podrían fácilmente dar pie a la infidelidad; Pero ningún
hombre en su sano juicio pondría en juego su cabeza: el Sultán tiene ojos y oídos por doquier. Si su favorita, ignorante de las consecuencias, deseaba serle infiel, solo tenía un recurso: ocultar su identidad quitándose la alianza. Así encontraba su perdición, tan solo el Sultán era poseedor del secreto de la joya. Solo él sabía hacer que aquellos aros, entrelazados en forma aparentemente caprichosa volviese a ser la alianza.
_Tú, debes entregárselo así, como te lo doy. Y una vez que se lo coloque e intente desprenderse de el, le será totalmente imposible volverlo a dejar como yo te lo doy. Aunque ni que decir tiene que, mi hija sabe su significado porque yo en realidad soy...
-Usted fue el Sultán ¿No es así?
-Hasta las estrellas del cielo aparecen y desaparecen.
Veladir
aceptó el anillo; pero ya que estaba allí, y como por algún lugar había que
empezar a ejercer su venganza, estaba decidido a hacerlo con aquella patrulla,
a la cual, uno a uno segaría sus vidas de una forma u otra. Total, pensó que, dos
o tres docenas de hombres engreídos, no serían suficientes para compensar su
agitado espíritu. El cual, estaba dispuesto si hiciese falta a quitar la vida a
miles de estos viles esbirros para al final forjar su cometido que no era otro
que el vengar la destrucción de su ciudad y sobretodo la muerte violenta de su
querido padre. continuará...
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