viernes, 12 de abril de 2019

Infidelidades en el harén "segunda parte"





 Infidelidades en el harén
"segunda parte"

 

Veladir, anduvo varios días   de aquí para allá, escondido.  Hasta que se  decidió por volver a su humeante y derruida ciudad, y encontrarse con que todos de forma heroica habían muerto defendiéndola. Pero lejos de desalentarse, al apreciar todas aquellas atrocidades, le dieron fuerza y valor, para que aunque fuese de manera solitaria ejercer su venganza en un futuro.
  Fueron muchos los días que Veladir vagó por el desierto. Y un día, claro y caluroso, cuando ya creía que su desdichada suerte lo había abandonado por completo, y acabaría muriendo de inanición, de sed o de fatiga, pudo unirse a una caravana, que casualmente pasó a su lado y que  transportaba sedas, perfumes, y especias, para comerciar con ellas por  diferentes reinos.

Al jefe de la caravana, llamado  Rustassé quizá le dio pena, al comprobar que Veladir era bastante joven, y como todavía le quedaba un hálito de vida, decidió salvarlo prestándole toda clase de atenciones que un moribundo necesita para volver a la consciencia y, en definitiva, a la vida.
Veladir no tardó en recuperarse, pues una de las  hijas del  jefe de la caravana  llamada Rasdova, había sido la encargada de prestarle todas sus delicadas atenciones. De modo que ya totalmente restablecido, se sintió con ánimos de hablar, de porqué se encontraba allí y cuál era su auténtica procedencia. Rasdova se quedó muy impresionada por su historia hasta tal punto que, una ola de compasión invadió su alma; Pero a su vez, se sintió muy dispuesta en ayudarle en aquello que pudiese estar en su mano.
Veladir le tomó la palabra indicándole que en esos momentos lo que más le urgía era tener un caballo para pode desplazarse de manera autónoma, y alguna espada para poder ejercitarse en el arte de la lucha; pero siempre indicándole que jamás blandiría su espada de no ser por una causa noble y justa.
Veladir, aún guardaba la bolsita de piel curtida de carnero con piedras preciosas que su padre le entregó antes de que su ciudad fuese arrasada. Por lo que le serviría como moneda de cambio para obtener tanto el caballo como la espada que solicitaba.
Rustassé, le propuso quedarse con ellos hasta que llegaran al reino más próximo llamado Val-- Arien. Y  que una vez en él, ya se encargaría de proporcionarle los contactos para poder ser adiestrado debidamente en el arte de la lucha por un maestro de gran fama que procedía del reino de la Gran Muralla.

 
Pasaron varios  días en el abrasador mar de arena   pernoctando de noche, oyendo el continuo restallar  de   las piedras  por  el cambio brusco de temperatura entre el día y la noche y observar con nerviosismo, el corretear de los negros escorpiones con su agudo aguijón letal sobre sus espaldas. Pero   al atardecer del séptimo día, cuando el crepúsculo ya extendía sus  alas púrpuras, apareció sobre el horizonte Val-Arien. Desde la loma donde se encontraban pudieron observar su magnificencia. Al menos veinticuatro cúpulas doradas, como finas torres en forma de aguja, sobresalían de sus murallas y demás tejados.
Veladir en un primer momento se puso muy contento por encontrarse cerca de la civilización; pero segundos después, una ola de melancolía invadió su alma, quizá porque aquella magnífica ciudad le recordaba a la suya. La que le vio nacer,  crecer,  y  hasta casi morir.

Sus últimos pensamientos se estancaron en el momento en que su rey padre, le dijo alarmado que tratara de huir ante la inminente entrada en la ciudad de las  tropas comandadas por Mustafá apodado el Terrible, el cual montado en un caballo negro  como una cueva oscura, escupía fuego por los caños de sus narices y sus ojos centelleaban con el fulgor de cien relámpagos.
Luego era el mismo Mustafá, quien para Veladir, ocupaba el centro de la diana de su futura venganza.
Cuando acudió a las primeras clases de lucha, el maestro Chuan –Yu- Guan, ya advirtió en aquel joven, que tenía dotes para poder culminar su éxito; pero debido a su excesivo ímpetu, le advirtió que dicho ímpetu debía controlarlo. De lo contrario, podría pasarle como a la rama y la mano, que o bien podría la mano romper por medio la rama, o por el contrario, sería la misma rama quien podría devolverle el golpe y fracturarse la mano. Que la excesiva ira no es buena consejera, y que siempre debía aprovecharse de la fuerza de su contrincante, antes de malgastar la suya propia.
 
Veladir, estuvo durante seis años ininterrumpidos practicando dichas artes. Hasta que llegó un momento en el que su círculo de aprendizaje quedó totalmente cerrado.  Y una mañana, cuando aún brillaba la luna, montado en su caballo, decidió abandonar Vel- Arien, para buscar el sultanato donde provenía Mustafá. Para Veladir, el rey de todos los horrores...continuará.

 

 

 

 

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