Ya somos miles
¡Ya somos miles...!
Los que acudimos a los desiertos
para empaparnos de su música,
para bañarnos en las olas de su luz,
para gritarle al mundo
nuestro inconformismo,
sin ser reprimidos,
como sí lo hacen en la ciudad,
donde todo les estorba,
y siempre se quejan
de que hacemos demasiado ruido.
En el desierto,
somos los reyes, los putos amos,
pues las lagartijas los escorpiones y las serpientes
no tienen megáfonos,
y por lo tanto, no pueden ser escuchados.
Y encima no tienen la capacidad de multarnos,
ni hacer controles de alcoholemia.
Los desiertos son geniales,
como geniales son sus bastas
extensiones de arena,
imaginándonos que cada grano de arena
hacen de unión para formar la duna.
Nosotros somos la ondulada duna,
la que se mueve con cada tormenta de viento,
la que nos ciega los ojos,
para no ver las atrocidades
que la gente normal comete cada día.
Las estrellas del extenso firmamento,
se ven más esplendorosas
y con más brillo en el desierto.
Somos los rayos,
los relámpagos, las centellas,
el mundanal ruido,
los estruendos subterráneos;
En el desierto, tenemos la capacidad de serlo,
pues esas cosas, aquí no tienen precio,
ni viene ningún recaudador de impuestos
a exigirnos su cobro.
En la ciudad se paga por todo:
por aparcar, por circular,
por sentarte en un banco
y hasta por beber agua en una fuente,
porque dicen, que para eso,
hay que estar empadronados.
El viento del desierto nos saluda,
el viento del desierto nos besa la cara
y se hace nuestro amigo,
por eso, vente al desierto,
por eso, vente conmigo.
Ya somos miles los que venimos
a oír su magistral concierto,
bajo un hotel de mil estrellas,
cada uno tiene la suya.
tener una estrella no es nada malo
Si tú no la tienes,
¡Venga te doy a elegir!
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