Del país de nunca jamás
Yo, no soy una bruja;
mas disfrazada parece que lo soy,
a ciegas, enebro agujas,
si chillas, quieta me estoy.
Soy una bruja bailona,
por tanto, gusta bailar,
aunque sea con la escoba,
con la que limpio el hogar.
A veces incluso bailo
si escucho al búho real,
encaramado en lo más alto
del frondoso robledal.
Por los cuernos cojo al chivo
si la danza es ancestral,
oyendo hasta los latidos
de su corazón mortal.
A veces, creo que vuelo
como un águila imperial,
para mí todo es el cielo,
un cielo de eternidad.
Mis estudios se concentran
en planta medicinal,
desde setas afrodisiacas
a veneno de alacrán.
Con ellos hago mis pócimas
cuyo efecto es magistral,
me eleva a nubes rosadas
que convierto en huracán.
Entonces todos los pájaros
huyen al bosque a ocultar,
pues les da miedo el relámpago
y el trueno de tempestad.
Mas luego todo se pasa,
llega la tranquilidad,
porque es cierto que soy bruja,
Esa es mi especialidad.
Hago que mi flauta suene
estremeciendo al timbal,
tras encenderse la hoguera
del País de Nunca Jamás.
Donde los niños crecen y viven
sin ninguna regla ni responsabilidad,
pasando así la mayor parte de su tiempo
en una playa exótica
donde impera el juego y la libertad.
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