El
más altivo y frondoso árbol
III
Haciéndome sentir un atolondramiento de tío vivo;
Ajeno a un aire ensuciado en su geometría,
Cerrando los labios de la primavera
Y acallando el ulular de las lechuzas,
La cuales, huyen de su guarida oscura
Para mostrar el corazón de su rostro
y el armiño del dorso de sus alas.
Un collar
infinito ocupa las tumbas
De este juego sangriento
Que trepa como yedras,
Hasta tapar mi boca con su alargada sombra.
A estas alturas, siento que las azucenas
Saben a café hervido con agua de ciénaga;
El barro duerme con sus pétalos apretados
Inflamando el cielo con su luz postrera;
Lo cierto es que a un hombre y a una mujer,
Un día escribieron versos en las paredes del cielo,
Diciendo que se quieren, se anhelan…
Pero después, ese amor va matando la luz
Estrangulada por sus propios brazos,
Atraídos por las tentaciones de un Judas,
Cuya palabra se compra por unas monedas,
Corroyendo los altos muros
Que te hacían ser feliz y fuerte,
Minando la confianza de las últimas hojas
Del que fuera el
más altivo y frondoso árbol.
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