Por
los místicos cielos de Dios
I
Huyo de los senos de cuarzo
Y piernas que se abren inmisericorde
Para descubrir el secreto de una sonrisa.
También de los labios encarnados pintados con excesiva furia
Paseándose en noches sin estrellas.
Prefiero soñar a escondidas
Rodeándome con las penumbras del atardecer,
Pues es entonces, cuando el amor se subleva
Creando nuevas brisa a ras del primer beso.
La noche, con su manto oscuro,
Denuda los sueños íntimos
Encerrándolos en su jaula de oro.
Es en esa soledad compartida con los jilgueros
Cuando se masturba el silencio;
Quizás ignorando que proyectamos sombras
De higueras nacidas entre rocas,
Cual peregrino descansando
En su laberinto interminable.
El amor gime hasta el alba
Resonando su eco con las cenizas de la aurora.
Resplandece la curiosidad y la dicha
Esculpida a base de escalofríos,
Y en la espalda oblicua
Apoyamos el alma con sus límites puros.
La sangre se inclina ante el útero
Con su rumor metafísico
Y eyaculaciones precoces.
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