De
bruces con la vejez
I
Hay gente que, a pesar de su insensatez,
Miran al abismo como si fuese un refugio;
Jardín secreto donde no se oye el mar
Ni se divisa un pedacito de río,
Que le incite a volver a empezar.
¿Y ahora, qué se hace cuando la estupidez lo abarca
todo?
La vida muestra sus entrañas como un terremoto
Convulsionando el corazón afligido.
Cada uno, a su ritmo, se vuelve huérfano de afectos,
Y pierde la
seguridad en uno mismo
Al darse de bruces con la impávida vejez.
El tiempo pasa, los recuerdos quedan,
Como queda un barco a la deriva
En medio del inmenso océano,
Azotado por todas partes por vientos infernales.
Las cosas conocidas se vuelven invisibles al ojo
Tras conocer los
secretos de un mundo
Refractario por naturaleza,
Y donde la
dulce mirada, sella los labios;
Pues el espíritu santo, despojado de alas,
Llega a perder el pulso
Con esa figura fantasmagórica
Que viene a visitarnos cada noche,
Penetrando en las sábanas
Donde los sueños profundos dan vértigo.
Así, luchando con el demonio,
La juventud guapa, pierde la batalla
Quedando sólo el lamento
Por no tener
tiempo para ser feliz.
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