sábado, 3 de diciembre de 2022

La fogosidad de la prisa

 La fogosidad de la prisa


 

  Nunca dio buen resultado el apresurarme

Para obtener un bien deseado;

Seguramente porque no era el momento idóneo

O la idea no fue debidamente premeditada.

Todo fue fruto de la acción de un acto primitivo,

Un deseo convertido en un acto caníbal.

Ciertas cosas llevan su tiempo

Al igual que el fruto debe madurar lo suficiente

 Para ser agradable  al sentido del gusto;

Pues de lo contrario, llega la frustración o el cruel desengaño.

Ahora las cosas que deseo me las tomo con calma

Y espero a que salga el sol para tener más aguda la vista.

No se puede ir por ahí a lo loco,

Máxime, cuando están en juego otros sentimientos.

¡Qué sí, qué es verdad, que hay gente que va de la mano

De alguien que no le conviene!

Pero no por eso, se debe ir por la vida

Como el adalid del mundo,

Porque ante el fracaso, si este llega,

¿Quién viene a salvarte a ti?

¿Quién viene a juzgar tus buenas intenciones?

¡Nadie! Por mucho que se diga

Que la intención es lo que cuenta.

Nadie es poseedor del todo y lo absoluto;

Las rosas tienen espinas, quizá para recordarnos

Que según como las tratemos,

Podemos autolesionarnos.

Las mujeres son las rosas de la vida

Y por inofensivas que parezcan, a veces pinchan

Sin necesidad de exponer sus agudos aguijones.

Ante este dilema, lo mejor es  hablar

Y después actuar en consecuencia,

Pues en ciertas cabecitas no les entra

Que están jugando con cabrones,

Que después de extraer sus fragancias

Se fijan en otras olvidando lo que tienen;

Pero al parecer, el mundo funciona de este modo,

Y sólo tenemos la obligación de aceptarlo.

Yo, ahora, lo acepto de manera natural

Cosa que antes no hacía por  la fogosidad de la prisa.                

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