La fogosidad de la prisa
Nunca dio buen
resultado el apresurarme
Para obtener un bien deseado;
Seguramente porque no era el momento idóneo
O la idea no fue debidamente premeditada.
Todo fue fruto de la acción de un acto primitivo,
Un deseo convertido en un acto caníbal.
Ciertas cosas llevan su tiempo
Al igual que el fruto debe madurar lo suficiente
Para ser
agradable al sentido del gusto;
Pues de lo contrario, llega la frustración o el
cruel desengaño.
Ahora las cosas que deseo me las tomo con calma
Y espero a que salga el sol para tener más aguda la vista.
No se puede ir por ahí a lo loco,
Máxime, cuando están en juego otros sentimientos.
¡Qué sí, qué es verdad, que hay gente que va de la
mano
De alguien que no le conviene!
Pero no por eso, se debe ir por la vida
Como el adalid del mundo,
Porque ante el fracaso, si este llega,
¿Quién viene a salvarte a ti?
¿Quién viene a juzgar tus buenas intenciones?
¡Nadie! Por mucho que se diga
Que la intención es lo que cuenta.
Nadie es poseedor del todo y lo absoluto;
Las rosas tienen espinas, quizá para recordarnos
Que según como las tratemos,
Podemos autolesionarnos.
Las mujeres son las rosas de la vida
Y por inofensivas que parezcan, a veces pinchan
Sin necesidad de exponer sus agudos aguijones.
Ante este dilema, lo mejor es hablar
Y después actuar en consecuencia,
Pues en ciertas cabecitas no les entra
Que están jugando con cabrones,
Que después de extraer sus fragancias
Se fijan en otras olvidando lo que tienen;
Pero al parecer, el mundo funciona de este modo,
Y sólo tenemos la obligación de aceptarlo.
Yo, ahora, lo acepto de manera natural
Cosa que antes no hacía por la fogosidad de la prisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario