domingo, 5 de mayo de 2019

La lagartija milagrosa "Relato"


La lagartija milagrosa

Relato


 



Muchos niños lo han  intentado. Cortarle la cola a una lagartija para ver cómo le vuelve a crecer. Pues la asombrosa capacidad de regeneración que tienen estos animales también hoy día  intriga a la ciencia, ya que éste animal, cuando es apresado por un depredador, puede desprenderse espontáneamente la cola y luego hacerla crecer de nuevo. “Y al seguir la receta genética que encontramos en la lagartija, y luego emplear esos mismos genes en células humanas, podría ser posible regenerar nuevos cartílagos, músculos e incluso médula espinal en el futuro”


Pero  hubo un tiempo, ya para muchos lejano, cuando la ignorancia brillaba por doquier, ocurrió la siguiente historia que por su singularidad, voy a relataros:

Un buen día, soleado para más señas, un agricultor del pequeño pueblo de  Sofuentes,  se tropezó con una lagartija que tenía dos colas, tomando apaciblemente el sol en lo alto de una piedra arenisca. El hombre en cuestión, nunca había visto dicha rareza en el reino animal, de modo que decidió cogerla, pensando que quizá aquel animal, Dios lo había puesto en su camino, para  realizar con él algún tipo de presagio.

El hombre, en una mezcla de asombro y  también de temor, decidió el ir a enseñársela al cura de Sádaba, un pueblo perteneciente  a las “Cinco Villas”

Ya delante del cura, éste interpretó que Dios,  había enviado dicha lagartija, como un presagio Divino, y que seguramente se podría sacar provecho de aquel animal. Y después de meditar de para qué les podría servir, se le ocurrió que, quizá aquel animal podría adivinar cuál sería el número del gordo de la Lotería del  próximo sorteo de la lotería de  Navidad. Pues le entró la vena materialista, y que mejor manera podría  haber que les tocase el premio gordo, para así,  con abundante dinero, poder hacer frente a las mejoras estructurales de la iglesia de San Miguel, o  simplemente para emplearlo en obras de caridad con los más desfavorecidos.

La lagartija, fue sacada a un descampado donde abundaba la arena. La soltaron y según las marcas dejadas en la arena, el cura iba copiando los números hasta formar el número añorado.

Llegó el tan ansiado sorteo de Navidad; pero para su  frustración, el número que salió no se le parecía ni en lo más remoto al número que el cura escribió y que fue encargado de ex profeso para que les tocase. Asestado el golpe, el cura se excusó en que la culpa, no había sido de la lagartija milagrosa de dos colas, sino que en su ofuscación, la culpa había sido de él  por no haber sabido interpretar con exactitud, los números que sabiamente la lagartija con sus dos colas le había dibujado en la arena.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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