El sueño de un niño
-Padre, hoy he soñado como era el cielo. Yo, me
encontraba en él.
-Dime hijo cómo era, para sentirlo también.
-En el cielo, no existía la noche, ni las tinieblas.
Todo irradiaba viva luz. Sólo existía juventud, amor. Los ríos eran
transparentes y mansos como una onda dormida. Los árboles permanecían
engalanados con su verde follaje. Y los que allí habitaban, se podían privar
del alimento, no les hacía falta padre, se sustentaban con el límpido aire. El
dorado trigo manaba en los campos y los pájaros locuaces, revoloteaban sobre
los campos con licuado canto apasionado.
En el cielo padre, reinaba la armonía, no había
miserias, ni castas. No existían las guerras, ni las rivalidades por las
mujeres, o el afán de adueñarse de la tierra. Todo era ocio y diversión,
reinando la alegría y la paz por todos sus rincones.
-Hijo, todo eso que me narras es francamente bello;
pero por desgracia,
Aquí en la tierra,
todo se muestra al contrario de lo que me has detallado.
-¡Quizá padre, sea esto el infierno!
¿Pero y yo? ¿Qué mal he hecho?
-Lo único que te puedo decir hijo, es que no dejes
nunca de soñar. Pues soñar, no cuesta nada.
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