Luciérnagas
en la noche
Las luciérnagas con sus resplandores vivos
Me indican que estás ahí, esperándome,
Bajo el cerúleo cielo enmantado de zafiros
Capaces de hacer florecer los sueños,
engendrados al amparo de mi lucha mental.
Deseo vivir otro otoño
Bajo los ardores sensibles de tu pecho;
¡Pero malvada balanza!
Inclinado su peso en lo más recóndito
De los jardines mullidos de pétalos.
Más la conciencia de las estrellas,
Recuerdan que
nadie se negó a ver la luz del divino valle,
Rigiéndose las estrellas en juez benigno
Que arrulla las bondades de mi conciencia,
Siendo arrastrado mi corazón hacia el búho
Que observa de manera silente su big-bang.
Las fieras muerden, devoran y se excitan;
Pero yo, ante tu luminiscencia
Me quedo inmóvil,
Observando tus ráfagas de neones azules,
Quizá intentándome decir:
Que sentada en el banco de la farola tenue,
Rodeada de la mullida hierba,
Sigues
esperándome.
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